El Buen Pastor y los buenos pastores
El Señor en los Evangelios se aplica el título de Buen
Pastor. Para una sociedad “citadina” la figura es extraña. El pastor es la
persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el de ovejas.
Jesús usa el símil del pastor y las ovejas para
referirse a Él y nosotros. El mismo empeño que un buen pastor pone en guardar,
guiar y apacentar a las ovejas, es el mismo empeño que Nuestro Señor tiene con
nosotros. El capítulo 10 del Evangelio según San Juan contiene una declaración
completa del Señor.
La figura del pastor no es nueva en la Sagrada
Escritura. De hecho, para el Pueblo de Israel el Pastor era Yahweh: “El Señor es mi pastor: nada me falta”
(Sal 23, 1) y así se dirigen a Él: “Escucha,
pastor de Israel, que guías a José como un rebaño, tú que te sientas en los
querubines resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés. ¡Despierta tu
valentía, ven y sálvanos! ¡Oh Dios, retómanos en tus manos, haz brillar tu faz
y sálvanos!” (Sal 80, 2 – 4).
Los profetas usan esa imagen para referirse a la
relación de Yahweh con su Pueblo. Pero esta imagen es usada para señalar a los
escogidos por Dios para representarlo ante el Pueblo. De hecho, el Señor
reclama a los sacerdotes por olvidarse de su misión y se refiere a los pastores
que se apacientan a sí mismos. El capítulo 34 de Ezequiel es una muestra: “Se me comunicó esta palabra de Yahweh: «Hijo de hombre, habla de parte mía contra
los pastores de Israel, ¡profetiza! Les dirás a los pastores, Esta es una
palabra de Yahweh: ¡Ay de ustedes, pastores de Israel: pastores que sólo se
preocupan de ustedes mismos! ¿Acaso el pastor no tiene que preocuparse del
rebaño? Se alimentan de leche, se visten con lana, sacrifican los animales
gordos, pero no se preocupan de sus ovejas. No han reanimado a la oveja
agotada, no se han preocupado de la que estaba enferma, ni curado a la que
estaba herida, ni han traído de vuelta a la que estaba extraviada ni buscado a
la que estaba perdida. Y a las que eran fuertes, las han conducido en base al
terror” (Ez 34, 1 – 4) Un reclamo similar se lee en Jeremías 23, 1 – 3.
Muy por el contrario de lo que la gente sin fe piensa,
la solución no es “eliminar a los sacerdotes” o dejar de creer, sino renovar la
condición de los pastores: “Les pondré
pastores según mi corazón, que los alimenten con inteligencia y prudencia”
(Jer 3, 15)
El ser objeto de la llamada del Señor para servirle no es una garantía
de que no cometerá jamás un error. La vocación divina no sustituye la condición
humana que es frágil y está a la merced de las tentaciones
del mundo, del demonio y de la carne. La miseria acompaña también a los
sacerdotes y religiosos.
Las recientes noticias de escándalos ocasionados por
las conductas de algunos sacerdotes lejos de disminuir la fe de los creyentes
debe ser un aliciente para confirmar que el Señor ha elegido a hombres, no
robots y que si bien hay alguno que no se ha portado bien, hay miles que
cumplen su misión tal cual Dios quiere.
Esta es la razón por la que la Iglesia pide a sus
hijos que eleven oraciones por los sacerdotes y religiosos, por el aumento y
perseverancia de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Dedica una jornada
–este domingo, el cuarto de pascua– para que toda la Iglesia se una en esta
intensión.
Pide a Dios por el aumento y perseverancia de
vocaciones, para que Dios nos dé pastores según su corazón.
Que Dios te bendiga.
Comentarios
Publicar un comentario