El Rey y Señor
Una persona
cuyo nombre no quiero acordarme mencionó que los fieles no saben lo que
significa ser rey. No estoy de acuerdo. Hay títulos de Jesucristo que
ciertamente son difíciles de entender porque son herencia cultural. El título
de ‘Señor’ no significa lo del uso común, sino más bien al significado de
‘patrón’; y como éste podríamos decir de: “león de Judá”, “Hijo del hombre”, “Cordero
de Dios”, “Emmanuel”, etc.
Las dos
figuras que las lecturas de la Misa nos presentan son perfectamente familiares:
el Pastor y el Rey.
El Pastor, quien cuida y guía las ovejas, es la título que
Dios se había apropiado desde el Antiguo Testamento. Yahveh es quien cuida y
guía al Pueblo de Israel.
El título de
Rey, en la Biblia, se le reserva por excelencia a Dios. De hecho, cuando el
Pueblo de Israel entra en la tierra prometida no tienen un rey, porque Yahveh
es el rey de Israel. Cuando el Pueblo pide un rey a Samuel, el profeta de
Yahveh, se llena de indignación porque lo ve como una rebeldía contra Dios
(1Sam 8,6)
En la época de
Nuestro Señor, el rey estaba devaluado. Había un rey en Israel pero quienes
mandaban en realidad eran los romanos. No obstante, los Apóstoles no dudan en
usar el título de rey para referirse a Nuestro Señor Jesucristo, llegando a
llamarlo “Rey de reyes y Señor de señores” (Apoc. 17, 14; 19,16; 1Tim 6, 15)
El reinado de
Jesucristo –ya lo sabemos– será absoluto al final de los tiempos. San Pablo en
la lectura de hoy dice que todo estará sometido a Él. No habrá reyes, ni
emperadores, ni presidentes, ni dictadores, ni ninguna otra figura política:
todo estará bajo su mando. Hasta entonces, el reinado de Cristo es de
voluntarios: de todo aquel que quiera ofrecer el obsequio religioso de la
voluntad a la Voluntad de Cristo Jesús. Entonces, hará lo que Cristo dice,
vivirá según las orientaciones del Salvador, y esperará firmemente en el
cumplimiento de todas sus promesas: llegar al Reino preparado para los fieles
desde la creación del mundo (Mt 25, 34)
Solo así cada
cristiano podrá decir de Jesús que es “Mi Rey y Mi Señor”. “Al único inmortal,
al que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre puede ver, a Él
todo honor y poder por siempre jamás. ¡Amén!” (1Tim 6, 16)
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