Pentecostés
Pentecostés era una fiesta judía que recordaba la Alianza que hizo Dios con el pueblo de Israel en el monte Horeb. A partir de ese momento, el pueblo de Israel voluntariamente acepta cumplir los mandamientos del Señor y con ello se convierte en el pueblo de Dios. En un día con este significado, la Iglesia recibió la vida que lo anima: El Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo la Iglesia no podría existir. Su presencia no anula la libertad de los hombres, por eso siempre aparecerán defectos en la Iglesia. Sin embargo el Espíritu Santo da siempre las fuerzas necesarias para rectificar cuantas veces sea necesario.
Su acción en la Iglesia es invisible, al igual que su acción en nosotros.
Su presencia en nuestras vidas no anula nuestra libertad. Dependerá de nosotros si dejamos que actúe con todo su poder. No se puede ser un buen cristiano sin la acción del Espíritu Santo. Dice San Pablo que nadie puede decir “Jesús es Señor” sin el poder del Espíritu Santo (1Cor 12,3).
Si no ponemos freno al Espíritu Santo, nuestra vida se transformaría: podríamos dar muchísimos frutos:
Por lo tanto, digo: Vivan según el Espíritu, y no busquen satisfacer sus propios malos deseos. Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en contra de los malos deseos. El uno está en contra de los otros, y por eso ustedes no pueden hacer lo que quisieran. Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la ley. Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto a ustedes, como ya antes lo he hecho, que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios. En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe. (Gal 5,16-23)
Deja que el Espíritu actúe en ti.
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