Derribando muros

 

Hoy escuchamos el Evangelio conocido como el pasaje de la Samaritana (Jn 4, 5-42). El Señor, de paso por Samaria, se acerca a un pozo y pide agua a una enemiga ideológica de los judíos. Y tiene lugar entonces un diálogo precioso y muy profundo.

Las razones por la que nació la secta de los samaritanos obedecieron a razones políticas y eso devino en una enemistad histórica entre samaritanos y judíos. Y aun cuando compartían la misma fuente de la revelación -la Palabra- el resentimiento histórico podía más que la obediencia a la Palabra de Dios.

Sólo cuando la samaritana, que llevaba una vida alejada de la voluntad de Dios, depuso esa rivalidad y resentimiento históricos pudo ser capaz de abrir su corazón a un encuentro con Jesús.

Al igual que la Samaritana, hoy muchos hermanos, aun teniendo la buena intención de creer en Dios, su vida y sus resentimientos les impide tener un encuentro intensivo con Jesús. Eso no deja que Jesús ilumine todas las realidades de sus vidas y pueda Jesús hacerles entender que sí es posible una solución para sus vidas. Y lo mejor: que pueden ser discípulos y misioneros. La Samaritana, después de acoger a Jesús, anuncia a los hermanos de su pueblo que ha tenido un posible encuentro con el Mesías.

Hoy la reflexión es obligatoria. ¿Qué muros se levantan a mi alrededor y me impiden tener el encuentro con Cristo Jesús que ilumine toda mi vida, incluso aquello que no hago bien? Puede ser la ideología, puede ser el resentimiento, o el miedo a salir de mi zona de confort... Solo puedo descubrirlo yo con la ayuda de Cristo Jesús.

Este tiempo de cuaresma es el tiempo propicio para derribar esos muros. Un examen de conciencia serio y profundo se hace necesario. Y luego, la docilidad a la gracia de Cristo.

No hay que tener miedo a derribar esos muros. Nos hace libres. Nos Hace ver nuestra realidad y nuestra vida de un modo nuevo y transformador. Como a la Samaritana.

Cuaresma, tiempo para derribar muros y encontrarnos con Jesús.

Que la bendición de Cristo Jesús nos acompañe siempre.

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