Mientras respiremos...
En este tercer domingo del camino cuaresmal, las lecturas de hoy nos presentan múltiples puntos de reflexión. Entre tantos, te presentaré uno.
Al igual que los contemporáneos del Señor, a los cristianos del siglo presente se nos cruzan los cables y cambiamos el mensaje del Señor. De hecho, no es raro escuchar como creyentes (y no creyentes) estigmatizan a las personas negando cualquier posibilidad de cambio. También, aunque es raro, algunas personas cuando a alguien le ocurre alguna desgracia o algo malo dicen, en tono sarcástico, qué habrá hecho que Dios (la vida o el karma) lo ha castigado de esa manera.
El hecho está en que ese modo de pensar, aunque pongan a Dios por el medio, no se corresponde con el pensar y el querer de Jesucristo.
Todo creyente en Cristo Jesús debe tener claro –clarísimo– que el amor de Dios por lo hombres es tan grande que siempre está dispuesto al perdón y a la reconciliación. Jesús siempre nos brinda la oportunidad de conversión. Y así comienza el Señor su predicación: Conviértanse porque el Reino de Dios está cerca.
En el evangelio de hoy (Lc 13, 1-9), escuchamos como algunos buscan al Maestro para llevar la “noticia” de que Pilato había ajusticiado a unos galileos. Quizá creyeron que por ser galileo haría alguna declaración en contra del régimen romano, o pensaron que aprovecharía para corroborar el pensamiento distorsionado de la época. El Maestro en cambio aprovecha para poner orden en las ideas…
El fin o término de la existencia no es indicativo de una suerte de castigo divino, sino es el resultado de la libertad de los hombres. Y con respecto a esos galileos el Señor invita a ver las cosas desde la perspectiva justa: la verdadera tragedia es la condenación eterna. Por eso, hace la advertencia, en el lenguaje de su época: “si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”
El Maestro va a más: nos recuerda que mientras vivamos el Señor nos da la oportunidad de conversión, de dar frutos de buenas obras. Ese es el sentido de la parábola de la higuera plantada en el viñedo: El Señor da la oportunidad a cada uno de cambiar. El Señor procura que el mensaje de conversión llegue siempre y se sirve de los seres humanos para hacer llegar ese mensaje, como escuchamos en la primera lectura (Ex 3, 1-8a. 10. 13-15): el Señor escoge a Moisés.
Elegir vivir de acuerdo a los dictámenes del Señor es una decisión personal: Todos los que salieron de Egipto vieron los prodigios de Dios en medio del pueblo, pero muchos desagradaron a Yahweh. Por eso, no podemos culpar a otros de lo malo que hacemos, sino que debemos asumir la responsabilidad de nuestras decisiones. San Pablo nos advierte que aunque hayamos dado el sí al Señor, debemos tener cuidado de no caer (1Co 10, 1-6. 10-12).
Por eso ten presente: podemos cambiar de vida siempre. Mientras respiremos tendremos esa oportunidad.
Dios te bendiga.
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