Nuestra respuesta personal a Cristo Jesús


En el Evangelio de nuestra Misa de hoy escuchamos una escena que el evangelista ubica en la región de Cesarea. Jesús hace dos preguntas. La primera: “¿quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” El evangelista deja constancia que sus discípulos le contestaron una cantidad variopinta de personajes que las gentes atribuían a Jesús: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

El Señor hace a continuación la pregunta eterna. La llamamos así porque todo cristiano, no importa la época, no importa la edad, debe escuchar esta pregunta del Señor y debe dar su respuesta. Jesús pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?”.

En este caso, ya no responden todos. No se trata de referir lo que dicen otras personas. Ahora se trata de una respuesta personal. Los discípulos no se atreven de buena gana. Solo uno, quien además destaca por su gran corazón, se hace adelante y responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Cada uno de nosotros debe dar esa respuesta personal a la pregunta de Cristo Jesús. Dependiendo de nuestra respuesta, será nuestro trato con el Señor. Si mi respuesta es que Jesús es un hombre sabio, lo trataré como tal. Si mi respuesta es que Jesús fue un hombre importante en la historia, lo trataré como tal. Si mi respuesta es que Jesucristo es mi Salvador y el que me da un sentido nuevo a todo lo que hago en mi vida, lo trataré como tal.

Es ineludible nuestra respuesta. Incluso el silencio da a entender que Jesucristo no es una persona importante en mi vida, lo que es un contrasentido: ser cristiano es seguir a Jesús el Cristo.

Tenemos en San Pedro un modelo de cómo seguir a Jesucristo. De hecho, es tal vez el modelo más cercano a nosotros que tenemos. Pedro era un hombre pasional, a veces colérico, que tuvo momentos de debilidad (cuando negó al Señor tres veces) y momentos en el que a veces dudó de la voz de Jesucristo (como cuando Jesús lo invitó a caminar sobre las aguas). También Pedro es un modelo de cómo amar a Cristo: de cómo pedir perdón, de cómo decir y mostrar al Señor que le amamos. Por eso Jesús confía en él y le dice: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

San Pedro apóstol, ruega por nosotros.

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