Jesús en nuestro camino
Este
pasaje tuvimos ya oportunidad de escucharlo en la semana de Pascua. La riqueza
de este pasaje no se agota en la reflexión de ese momento. Hoy te ofrecemos otra.
Debemos
antes prestar atención a dos detalles. En primer lugar, los discípulos van de
camino. Dice el pasaje qué iban desde Jerusalén hasta una aldea cercana llamada
Emaús. En segundo lugar, los discípulos iban tristes. Estaban experimentando
una serie de sentimientos encontrados al haber presenciado la muerte del Maestro.
Durante el camino a Emaús fueron cambiando los sentimientos de manera evidente.
Los discípulos iban de camino. No es extraño
que el símil más usado para referirse a la vida sea andar por un camino.
Nuestra vida va llena de diferentes momentos, diferentes experiencias,
altibajos de emociones. Todos podemos experimentar esas cosas. La diferencia es
como cada uno afronta e interpreta los diferentes momentos de la existencia. La
adversidad puede ser vista como un sinsentido, o como un aprendizaje, o como un
momento de purificación o como un paso necesario hacia la victoria. El cómo lo
ve cada quien depende de lo que tenga en el corazón. Una persona sin fe en
Cristo Jesús no ve esos eventos de la misma manera que un creyente.
El encuentro con Jesús lo cambia todo. Antes hemos
dicho que al final del camino, los discípulos no tenían los mismos
sentimientos. ¿Qué hizo la diferencia? La respuesta queda evidente en el texto:
el encuentro con Jesús. Jesús ayuda a los discípulos a ver en la justa
dimensión los hechos y a darles el significado a cada evento, sin duda tristes.
Ese significado nuevo les ayuda a cambiar lo que sienten en el corazón.
Ilumina Jesús la vida de los discípulos con la Palabra y conforta sus
corazones, regalándoles consuelo.
Hoy
recibimos de la Palabra una invitación. Si nos cuesta encontrar la esperanza, si
se nos hace difícil encontrar un sentido a todas las cosas que suceden a lo
largo de nuestra vida, entonces nos hace falta un encuentro con Jesucristo. Los
discípulos, al final del relato, reconocen que mientras Jesús les hablaba
sentían arder su corazón. Tenemos la invitación a buscarle y encontrarle.
Después de eso, el resultado será el mismo que el de los discípulos: Quédate
con nosotros, Señor.
Al
Señor Jesús, Rey victorioso, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de
los siglos. Amén.
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