La gracia de Dios conmigo


Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos presentan diversas escenas de llamadas por parte de Dios. En la primera, escuchamos la vocación de Isaías (Is 6,1-2.3-8) quien se lamentaba de que era un hombre de labios impuros y que vivía en medio de personas con labios impuros, es decir, de un pueblo que ha apartado su corazón del Señor. En la segunda lectura (1Co 15,1-11) San Pablo les recuerda que aceptar a Jesús, confiar en su palabra de salvación y dejarse guiar por Él es el presupuesto para una vida nueva. No importa en absoluto lo que hayan hecho en el pasado: “Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí” (1Co 15, 9-10)

Finalmente, en el evangelio de nuestra Misa (Lc 5, 1-11) el Señor sube a la barca de Pedro para predicar y luego le invita a salir a pescar, a pesar de que trabajaron toda la noche sin agarrar nada. Siguiendo el consejo de Jesús, los pescadores van mar adentro, lanzan las redes donde les dice Jesús y obtienen una pesca abundante. Ante la docilidad de Pedro a la palabra de Jesús, viendo el resultado maravilloso, se aferra a Jesús reconociendo su condición de pecador.

Para seguir a Jesucristo no es necesario ser un sujeto perfecto, solo es necesario confiar en Jesús y su gracia. El pasado no puede ser cambiado, pero el presente y el futuro, sí. Basta tener la disposición de Isaías: “Aquí estoy, mándame” o la actitud de Pedro que, no obstante haber trabajado duro toda la noche sin éxito, le dice a Jesús: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”.

Ese es el primer paso para una nueva vida: confiar en Jesús y dejarse guiar por Él. Y cuando comencemos a cambiar, podamos decir con San Pablo: “no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo