Diferentes lógicas...


En muchísimas ocasiones habremos tenido la oportunidad de leer este pasaje del Evangelio. Es el único que se encuentra en los cuatro Evangelios. Está lleno de detalles, los que deberíamos prestar atención.

Jesús pregunta a uno de sus Apóstoles cómo darle de comer a todo ese gentío. El Señor les pone un problema, pero no para reclamarles o exigirles. Lo hace simplemente para enseñarles, y como buena táctica del Maestro, quiere saber qué tienen en la mente y en el corazón.

La respuesta ante el problema la expresan dos de los Apóstoles.

El primero, Felipe, pone objeciones desde el punto de vista económico. Mentalmente, cuenta velozmente los presentes y estima una cantidad de dinero. Probablemente, hace un cálculo del dinero que había en los fondos de los Apóstoles, y afirma categóricamente que con el sueldo de 200 días de trabajo no sería suficiente para darle un pedazo de pan por persona. Su conclusión: proyecto inviable por falta de fondos económicos.

El segundo, Andrés. Parte de lo que tienen: no tenemos pan, no tenemos qué ponerle de relleno. Un niño por allí, tal vez escuchó la pregunta del Señor, y dice que quiere colaborar poniendo a su disposición su vianda: cinco panes de cebada y dos pescados asados. Su conclusión: proyecto inviable por falta de recursos.

La actitud de ambos es perfectamente explicable y normal: cualquiera de nosotros, si se le ocurriera un proyecto grande haría exactamente lo mismo. Sacaría cuentas del dinero que necesita y estima de dónde podría obtenerlo, para luego establecer si es posible o no ponerlo en práctica. También consideraría lo que tiene a disposición y si ello es suficiente para la ejecución del proyecto. Esta es la lógica humana, pero no la lógica divina.

Según la lógica humana, la Iglesia era un proyecto inviable: el líder del proyecto fue asesinado, el personal para la ejecución del proyecto no era preparado, no contaban con fondos, etc. Pero el tiempo ha dado muestras que el proyecto sigue caminando.

Los discípulos del Señor Jesús debemos aprender a confiar en el Maestro en las cosas que nos pide, aunque resulte descabellado a los ojos de los hombres. Somos los hombres los que ponemos las trabas: nos dejamos someter por nuestros miedos, nuestras previsiones, nuestras capacidades, nuestro control. Y eso, en no pocas ocasiones, se convierten en un grandísimo obstáculo para que el Señor actúe.

De las múltiples enseñanzas que podemos obtener de estas lecturas de hoy, te quiero dejar una sola: aprende a confiar más en el Señor Jesús que en las previsiones humanas.

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