El Demonio existe
En
las lecturas de este domingo encontramos la referencia segura de la existencia
del enemigo malo. Recibe diversos nombres: Belzebú, demonio, Satanás… Expresan
la misma realidad: un ser creado, de naturaleza espiritual, que ha hecho la
razón de su propia existencia apartar a los hombres del trato con Dios.
Hace
poco, el Santo Padre, el Papa Francisco, hizo pública una exhortación
apostólica llamada “Alegraos y regociajaos” sobre la santidad. Dedica la última
parte de su exhortación al combate, la vigilancia y el discernimiento en la
vida del creyente. El combate cristiano es no solo contra nuestros defectos
personales (que los tenemos todos) sino también contra la acción del enemigo
malo. El demonio no es un mito (eso es lo que el demonio quiere que los hijos
de Dios crean) es una realidad presente en la vida de los hijos de Dios.
Con
respecto a la acción del demonio, el Papa dice: “Entonces, no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo,
una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos
y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio,
con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros
bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias
y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien
devorar» (1 Pe 5,8)” (n. 161).
Sobre
este particular, sería bueno releer el relato del pecado original que precede al
texto de la primera lectura de hoy. El demonio (la serpiente) hace dudar a la
mujer y llenar el corazón de hombre y mujer el deseo soberbio de ser como
dioses. Igualmente, en el pasaje del evangelio de nuestra Misa de hoy
escuchamos el razonamiento torcido de los escribas: Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe
de los demonios. El Señor Jesús les invita y les enseña un camino de
discernimiento para acercarles a la verdad: ¿Cómo va a echar Satanás a
Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia
dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse
la guerra, no puede subsistir, está perdido.
Uno
de los remedios contra la acción de demonio es el discernimiento. Así lo enseña
el Papa. Discernir no es otra cosa que pedir el don de sabiduría y confrontar
las realidades con la Palabra de Dios. Negarse a la acción del Espíritu
(blasfemia contra el Espíritu Santo) es cerrar las puertas a la salvación. Es
por eso que es un pecado que no tiene perdón porque no reconoce el perdón como
una acción de Dios.
La
vida cristiana es también una lucha contra el Maligno. Así lo enseña el Papa: “La Palabra de Dios nos invita claramente a
«afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11) y a detener «las flechas
incendiarias del maligno» (Ef 6,16). No son palabras románticas, porque nuestro
camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera
reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate
tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la
oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la
adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la
vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán
fácilmente las falsas promesas del mal” (n. 162)
Finalmente,
no olvidemos que el Señor cuando nos enseñó el Padre nuestro, nos enseñó a
pedir: líbranos del mal. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “En esta
petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás,
el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su
obra de salvación cumplida en Cristo.” (n. 2851)
A
luchar, que Dios nos libre del Mal y que nos bendiga hoy y siempre.
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