El pase de testigo
En las olimpiadas hay
una competencia que se llama “carrera de relevos”. cuatro corredores recorren
una misma distancia pasándose un tubo largo llamado “testigo” o también
“estafeta”. Cada corredor debe poner en mano del siguiente corredor el testigo.
La vida de la Iglesia
es como una carrera de relevos, solo que no todos corren una distancia igual.
Sin embargo, todos deben entregar lo mismo a los siguientes: Cristo Jesús.
Ya desde el Antiguo
Testamento Dios había determinado que Israel debería ser luz de las naciones
para que la salvación alcanzara hasta los últimos rincones de la tierra. El
Pueblo de Dios debía iluminar, dar luz a todos los pueblos: dar a conocer al
amor de Dios a los hombres, el amor que salva: el Mesías, Cristo Jesús.
En el Evangelio es notoria
la actitud de Juan Bautista: “yo lo vi y
doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”. Está hablando de Cristo
Jesús, su pariente. Juan Bautista gozaba de una gran ascendencia sobre el
Pueblo de Israel, y a todos los que los seguían les hizo saber eso: Jesús es el
Salvador prometido por Dios. Hizo entrega de su testigo o estafeta.
Cada uno de nosotros
tiene la misma misión de entregar el testigo o estafeta: Cristo Jesús. Pero el
problema fundamental es que nadie puede dar lo que no tiene. Si no se tiene a
Cristo Jesús en la vida, es imposible que pueda entregarlo.
Al igual que en la
carrera de relevos, quien recibe el testigo debe querer recibirlo. De lo
contrario, le hace difícil la tarea al anterior. Y para poder transmitirlo, hay
que tenerlo.
¿Cómo entregar a Cristo
Jesús si no se le tiene?
No se puede hablar de
un Jesús que no se conoce.
No se recibe a un Jesús
que no se sabe dónde está.
No se vive cerca de un
Jesús si no vivimos como Él quiere.
No se puede ser testigo
de Cristo si no se tiene a Jesús en la propia vida.
El cristiano está
llamado a dar un testimonio de Cristo Jesús con la vida y con la palabra. No lo
hará si no lo tiene. No podrá entregar el testigo si no tiene a Jesús consigo.
Si no tiene a Jesús en
tu vida, búscalo. Él se deja encontrar.
Lo encuentras en la
oración, en la Sagrada Escritura, en los sacramentos y en el hermano
necesitado.
Búscalo: Él se deja
encontrar.
Dios te bendiga.
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