Como Bartimeo



Este pasaje del Evangelio según San Marcos quiere mostrar el cumplimiento de los tiempos mesiánicos, es decir, una señal de que Dios estaba en medio del Pueblo de Israel, tal como lo dice Jeremías en la primera lectura. Sin embargo, quisiera resaltar la actitud de Bartimeo como un ejemplo maravilloso para nuestra vida.
Bartimeo no tiene miedo en profesar su fe en Cristo. En medio de la turba comienza a gritar a Jesús reconociéndolo como el Mesías. No olvidemos que Israel sabía que el Mesías sería un “hijo de David”. No obstante la gente le pedía que se callara, el gritaba más fuerte. No le teme a la gente, ni a lo que digan. Cree en Cristo y lo manifiesta con su vida. Igual debemos hacer nosotros en nuestra vida.

Bartimeo se deshace de todo lo que le impide llegar a Jesús. Después que le comunican que el Señor le ha llamado, el ciego hijo de Timeo lanzó a un lado el manto. La razón es que para un invidente se le hace muy difícil moverse con un lienzo que le envuelve. De la misma manera, todo cristiano, todo discípulo de Jesús, debe deshacerse de todo lo que sea un obstáculo para seguir al Señor.
Bartimeo ora con sinceridad. Estando en la presencia de Jesús pide con sencillez y sinceridad que le quite el mal que más le turba el corazón. Le pide al Señor que le libere de su angustia. Lo hace con confianza. Además, nos deja un ejemplo de una invocación que podríamos repetir muchas veces durante el día, millones de veces durante nuestra vida: “Maestro, que pueda ver”. Nuestra vida está llena de cosas que pueden oscurecer nuestra percepción de la Voluntad de Dios. No hay mejor remedio que pedirle al Señor que podamos ver su Voluntad en medio de tantos obstáculos.
Bartimeo sigue a Jesús. No se acerca a Él por interés. Su intensión no es solo verse liberado de un mal: su fe va más allá de la obtención de un favor. El que antes era ciego muestra lo que es la fe verdadera: seguir a Jesús, convertirse en su discípulo, quiere estar cerca del Maestro y vivir según sus enseñanzas. Así debemos hacer nosotros.
Tenemos en Bartimeo un ejemplo de cómo vivir nuestra fe. Vivirla sin miedo, deshacernos de lo que nos impide acercarnos a Jesús, orar con sinceridad y vivir como buenos discípulos del Maestro.
Que Dios te bendiga.

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