"He anunciado tu justicia"

Ya el domingo pasado reflexionábamos sobre nuestro bautismo. Decíamos que nuestro bautismo marcaba también el inicio de nuestra vida pública. Esto era la consecuencia lógica de nuestra renuncia al pecado y de la vida de la Santísima Trinidad en nuestra alma. Todo cristiano –todo bautizado– debe dar testimonio de su fe en Cristo Jesús.

Las lecturas de este domingo, cargadas de una belleza y riqueza particular, nos invitan a que no dejemos de lado este elemento fundamental de nuestra vida cristiana.

En la primera lectura, uno de los conocidos “poemas del siervo de Yahweh”, escuchamos cómo el Señor pide a su siervo no solo restaurar las tribus de Israel sino que lo convertirá en luz de las naciones para que la salvación del Señor llegue hasta los últimos rincones de la tierra (Is 49, 6). El mensaje de salvación no es un aroma: es un mensaje. Hay que llevarlo a cada quien. Eso es testimonio: reflejar en las palabras y en las acciones la fe en Jesús.

En el salmo, el salmista proclama su intensión de cumplir la voluntad de Dios como la mejor ofrenda. El salmista anuncia: “He anunciado tu justicia en la gran asamblea, no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor”. El testimonio de fe en Cristo Jesús pasa también por denunciar lo malo. Callar ante la maldad es consentir en ella.

Finalmente, en el Evangelio vemos la acción de Juan el Bautista. Al ver a Cristo, anuncia a todos qué Jesús es el Mesías. Y luego, el evangelista san Juan resalta la actitud del Bautista: “Juan dio este testimonio”.

Los cristianos católicos debemos dejar de ser timoratos. El temor a ser vistos como personajes raros, desagradables o ser objeto de burlas de otros son las razones principales por las que se deja el testimonio de la fe en Cristo. Cada quien debe convencerse de que las palabras y las burlas de otros no causan heridas. ¿De qué sirve quedar “bien” delante de todos y mal consigo mismo?

No se debe dejar de lado la denuncia: cuando algo está mal, está mal. No decirlo, no denunciarlo es consentir el mal. ¿Nos detiene el que los demás van a decir que somos unos saboteadores, aguados, rompegrupos, retrasados o algo así? ¿Cuál es el problema? Es mejor que nos digan esto hoy y no que estemos lamentándonos por no haber hecho nada para que las cosas mejoraran o, al menos, no se volvieran peor.

Por eso, es una pregunta que deberíamos hacer cada vez que hagamos nuestro examen de conciencia: ¿Doy testimonio de mi fe en Cristo Jesús?

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo