El Señor es la defensa de mi vida

En nuestra celebración de hoy escuchamos el Salmo 27 (26). Es la oración de un hombre de fe: el justo, teniendo a Dios de su lado, no teme.

Todos –sin excepción– hemos sentido como el mal se abate contra nosotros. Tanto que puede que nos invada el pesimismo. Sin embargo, para el cristiano, persona de fe, no debe ser así.

El pesimismo no tiene cabida en la vida del cristiano. No es cierto que todo salga mal: lo que ocurre es que damos demasiada importancia a lo malo que nos ocurre y dejamos de ver los otros beneficios que Dios nos concede.

Por otra parte, el misterio de la libertad humana tiene sus paradojas: la libertad es el regalo más grande que Dios hace el hombre para la búsqueda del bien y la felicidad, pero al mismo tiempo, el hombre puede usar esa libertad para el mal y para dañar a los demás.

En esa paradoja, el cristiano no puede dejarse abatir. El creyente debe saber poner su confianza en Dios sabiendo que con Él puede soportar todo hasta que se restablezca el orden y la justicia; solo es cuestión de tiempo. Dice el salmista:

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron.
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.
Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia.

El cristiano no debe desesperarse. Debe saber poner todas esas situaciones en la mano de Jesús, confiar en Él y hacer lo que se debe hacer. Jesús sabrá darte la recompensa a tu paciencia y a tu perseverancia. Este salmo termina diciendo:

La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba!, espera en el Señor

No olvides que Jesús es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?. Sé fiel a sus mandatos, sé fiel a su Voluntad: Pon todo en las manos y en el corazón de Jesús (¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!) y mantente firme con fortaleza y paciencia. Jesús sabrá recompensarte. Él es el centro de nuestra vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo