¿Y mañana?

Lamentablemente se ha ido extendiendo una mentalidad en medio del pueblo cristiano católico la mentalidad de que el único objetivo de esta vida es el desenfreno. No es raro escuchar: “A gozar, que este mundo se va a acabar”.

Detrás de esa afirmación, y otras muy similares, se esconde una gran ignorancia de la propia fe. A gozar” es sinónimo de “a pecar”. Disfrutar, sentir alegría por lo que hacemos no es pecado, lo que ofende a Dios es que se haga el centro de la vida el desenfreno, llegando al olvido de Dios y de sus promesas.

Las lecturas de la Misa de hoy, primer domingo de adviento, son una invitación a que reconsideremos esa manera de ver la vida. Estamos llamados a una vida eternamente feliz, que ganamos o perdemos en esta vida. Dependerá sólo de nosotros.

La consumación definitiva de esa promesa de Dios tendrá su cumplimiento definitivo con la segunda venida de Jesús. Nuestro Señor, en el Evangelio, nos dice que vendrá por segunda vez y se instaurará su Reino.

San Pablo, en su labor de evangelización, se percató que existía una mentalidad similar en su época. En su carta a los romanos, San Pablo invita a todos a vivir honestamente, esperando la consumación de las promesas de Dios: Comportémonos honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien, de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos.

Esta invitación no quiere decir que todos los cristianos católicos deban vivir como mojigatos. El cristiano debe vivir, vivir bien. Debe disfrutar, disfrutar bien. Y vivir y disfrutar lejos del pecado, de la ofensa a Dios, de los mandamientos de Cristo Jesús.

Este tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, es un tiempo para un examen profundo de nuestra vida. Si queremos celebrar la primera venida, preparémonos para la segunda. Revisemos en qué cosas no estamos siendo fieles al Señor.

Prepararse para la Navidad es más que poner adornos y luces. Eso es lo externo. Lo más importante es lo de dentro. Del corazón.

Dios te bendiga.

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