Para bien o para mal, vamos a resucitar
Dios fue dando a conocer poco a poco su designio de salvación. Una de las cosas que tardó un poco en hacer saber a los hombres es el hecho de la resurrección futura.
Leemos en los primeros libros de la Biblia que los que morían quedaban como dormidos o que su existencia pasaba a una especia de “espacio negro” donde no había nada. En otras palabras, al inicio de la Revelación los hombres pensaban que su vida terminaba cuando cerraban los ojos a este mundo.
Poco a poco, Nuestro Señor fue haciendo saber a los hombres que tiene un proyecto eterno para nosotros: la felicidad eterna con Él. De hecho, escuchamos en la primera lectura del libro de los Macabeos, que ya los jóvenes tenían el firme convencimiento de la resurrección futura, para la felicidad eterna o para la condenación eterna. Así se lo dice el cuarto hermano: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.
Todavía en la época en que Jesús estuvo en la tierra predicando la salvación había hebreos que no aceptaban esta verdad revelada. El Seños se encarga de hacérselos saber: “Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.
El estar convencidos de esta promesa del Señor debe llevarnos al convencimiento de vivir con integridad nuestra vida cristiana. No importa las dificultades: sabremos vencerlas sabiendo que el Señor nos dará la recompensa eterna. Dios nos conceda la determinación de estos jóvenes que escuchamos en la primera lectura quienes, no obstante estaban siendo amenazados de muerte, se mantuvieron firmes antes de ofender al Señor.
Cuando hagamos nuestra profesión de fe y digamos “creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro” nuestro espíritu se alimente con la fortaleza de estos jóvenes que ante la adversidad no dudaron en mantenerse firmes y decir: “el rey del universo nos resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a sus leyes”.
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