La rectitud ante Nuestro Señor
Ya estamos en el último domingo de Adviento. Y hoy las lecturas nos invitan a fijar nuestra atención en Jesucristo, que viene, que nace.
Hoy las lecturas nos presentan dos personajes, muy diferentes, y que nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre cuál es nuestra actitud para con el Señor.
Ajaz, rey de Judá, descendiente de David, fue un rey malo. Era idólatra y había profanado el Templo del Señor en Jerusalén (2Cro 28, 19). Cuando se vio asediado por sus enemigos, retiró todo el oro del Templo para hacer una ofrenda al Rey que les asechaba (2Cro 28, 20 – 22). Isaías se presenta ante él y para moverlo a confiar en el Señor Dios de sus padres, le dice: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor” (Is 7, 10 – 12). La mayor de todas las hipocresías. Quería presentarse como un hombre fiel, pero no lo era.
José, también descendiente de David, de quien la Palabra de Dios dice que es un hombre justo. El relato del Evangelio de hoy (Mt 1, 18 – 24) nos relata la encrucijada en la que se encontraba al saber que María estaba embarazada, sin haber estado juntos. José no quería exponerla porque la amaba. Por eso, pensaba abandonarla y que recayera sobre él los comentarios (la habría dejado embarazada y después la abandonó). Y es en ese momento en que el Ángel del Señor le hace saber lo que pasa y le anuncia que tendrá que cuidar al Mesías. José aceptó sin dudarlo.
La invitación a evaluar nuestra relación con Nuestro Señor es clara. Lamentablemente, muchos hermanos nuestros viven en la hipocresía religiosa. Buscan razones para no acercarse a Jesucristo, a su Iglesia; van donde los brujos y santeros y pretenden presentarse como creyentes en Cristo Jesús; usan amuletos, sortilegios, hacen ritos esotéricos y dicen que son buenos católicos. A ellos, la Palabra de Dios les invita a revisarse y presentarse ante Dios para que los sane. A ellos “Dios los ama y los ha llamado a la santidad”.
Resulta muy llamativo comenzar desde ahora, evaluando cómo vemos la Navidad: es el nacimiento de Jesucristo. Muchos pensarán que son mejores creyentes porque gastan más en luces, fuegos artificiales, comidas, bebidas, música, etc. Pero en realidad, tienen el corazón vacío. No tienen a Cristo en el centro de su vida, tienen otros intereses, pero no a Cristo.
Ya cercana la Navidad (a solo días), la llamada a poner a Cristo es apremiante. Jesús debe nacer, de nuevo, en el corazón de cada uno.
Jesús, el Dios que salva, nos bendiga todos los días de nuestra vida.
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