Hagámosle caso a Mamá...
El Evangelio de hoy nos presenta el pasaje conocido como “las Bodas de Caná”, que nos relata una acción prodigiosa de Nuestro Señor de transformar el agua en vino, de gran calidad y en gran cantidad.
El relato es rico en detalles:
- Los recién casados se habían quedado sin vino en plena fiesta.
- María se da cuenta del apuro en que se encontraban.
- María intercede ante su Hijo para poner remedio a la afrenta de los recién casados.
Jesús le responde con algo de dureza a su Madre. No obstante este gesto, María confía en su Hijo, por eso su acto de intercesión no se detiene en la respuesta de Jesús.
María dice a los camareros una frase que no perderá jamás su vigencia: «Haced lo que él os diga».
No cabe ninguna duda que tenemos un cariño inmenso por nuestra Madre, pero nuestra vida como creyentes –ya lo reflexionamos en otras ocasiones– solo tiene sentido cuando ponemos a Jesucristo en el centro. Y eso nos lo enseña nuestra Madre al recordarnos, hasta el fin de los tiempos, la razón de ser del cristiano: Hacer, vivir, poner en práctica lo que nos enseña el Maestro Jesús.
Esa frase de la Virgen María pone en su adecuada dimensión lo que conocemos como “fe”: la fe no es tanto una aceptación intelectual (necesaria, por demás) sino sobre todo un vivir. Porque hemos hecho a Jesús el obsequio de nuestra mente y nuestro corazón, hacemos vida lo que nos anuncia y nos enseña el Maestro. Por eso, la fe sin obras es un absurdo (Sant 2, 17).
De María podemos aprender hoy, además, la confianza en Jesucristo. Siempre, siempre, siempre Jesús hará o permitirá lo que sea mejor para nosotros. Por eso, no debe asombrarnos en que no sintamos que el Señor nos responde o que no accede a realizar nuestra petición. Él es más grande, más inteligente y todopoderoso. Y, además, nos ama.
Hagámosle caso a Mamá: Hagamos lo que Jesús nos dice y confiemos en Él.
Bendiciones para todos.
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