No está en letra pequeña

Normalmente, en los contratos de servicio hay una serie de condiciones que van escritas es letra pequeña, a veces, muy pequeña. Con la firma, el usuario (se supone) acepta todos los términos y condiciones. Hoy el Señor Jesús nos hace saber una condición para el perdón divino, pero en este caso no va en letra pequeña.

El perdón es una práctica cristiana, hoy muy valorada en las terapias psicológicas. El perdón procura la sanación interior al saberse perdonado. Perdonar a otros una ofensa recibida libera el alma de resentimientos, rencores, odio, venganza. Y es por eso que el perdón forma parte de la espiritualidad cristiana.

Aún más: Jesús nos enseña hoy que hemos de perdonar siempre, sirviéndose de la imagen: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. No se refiere a que el límite del perdón es 490 veces, sino en que el perdón, al igual que el amor, no debe tener límites.

Todavía más: el perdón que Dios nos otorga solo será eficaz en la medida en que nosotros seamos capaces de perdonar a los demás. Lo escuchamos en la parábola del Evangelio de hoy y en el hermoso pasaje del libro del Eclesiástico que escuchamos en la primera lectura de la Santa Misa.

Esa condición no va en letra pequeña: el Señor Jesús lo ha dicho claramente. En la oración perfecta que nos enseñó Jesucristo lo decimos y repetimos con frecuencia: “perdona nuestras ofensas como también perdonamos al que nos ofende” (Mt 6, 12).

Hoy la práctica del perdón no está bien valorada. El mundo se mueve por otros intereses: poder, venganza, fama… Perdonar no entra dentro de los criterios del mundo. Revivir los errores del pasado para reprocharlos a otros es mantener vivo en el corazón el odio, el rencor, la venganza... ningún sentimiento cristiano. Vivir así es decidir cargar un peso innecesario el resto de la vida, que puede tener sus repercusiones en la salud física.

Hagamos caso al Señor: perdonemos. Así podremos sentir la sanación interior de sabernos perdonados por Él y liberar el alma de sentimientos malos.

¡Que Dios te bendiga!

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo