«Si tuvieras fe…»
En
el Evangelio de nuestra Misa (Lc 17, 5-10) los Apóstoles hacen una petición al
Señor: Que les aumentara la fe. Ciertamente, no se trata de la fe como
aceptación de Jesucristo y la ofrenda de la propia vida a Él. Los Apóstoles se
refieren a la confianza que genera la fe en Jesús.
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No
cabe duda de que los Apóstoles se sentirían, al menos, un poco intimidados
sobre el modo de actuar del Señor: confiado, seguro, ordenaba a los demonios,
hacía sanaciones, se enfrentaba con entereza a todos los fariseos y escribas…
En la mente y en el corazón de todos ellos habría, seguramente, una exclamación
de admiración, del tipo: “¡Quiero ser como Él!”
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La
respuesta del Señor es sencilla: Ten fe, confía. «Si tuvierais fe como un
granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el
mar», y os obedecería”» Esta misma respuesta aparece en los otros
evangelios: después de la expulsión de un demonio (Mt. 17, 20) y después de la
maldición de una higuera (Mc 11, 22 – 23), siempre en el mismo contexto: si
quieres hacer cosas grandes, entonces ten fe en Jesucristo y confía en su gracia
y en su poder.
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Todos
los creyentes podemos sentir la tentación de renunciar a dar testimonio o de
confiar solo en las cualidades y dotes personales. La eficacia del anuncio no se
debe a las cualidades de quien anuncia. Un pescador en una sola prédica
convirtió a tres mil (Hech 2, 41). La eficacia depende, sin duda de quien
escucha, pero también de la unción y la confianza en el poder de Cristo de
quien anuncia.
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Hoy
y siempre, la Iglesia invita a todos los creyentes a no dejarse llevar por criterios
humanos, sino por la fe y la confianza en Cristo Jesús, Dios y Hombre verdadero.
Y la respuesta ante las dudas y las inquietudes del creyente es la misma: ten
fe, haz y confía.
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Dios te bendiga.
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