La diversidad de testimonios en la Iglesia


En las lecturas de hoy encontramos dos situaciones muy similares. Josué le pide a Moisés que prohíba a Eldad y Medad que profeticen, y Juan dice a Jesús que prohibieron a una persona expulsar demonios en nombre del Señor. En ambos casos, la respuesta fue un “no” razonado.

Moisés invita a Josué a purificar las intenciones: No se va a poner celoso, antes bien, expresa el deseo de “ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor”. Jesús le dice a Juan: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí”.

Todos estamos llamados a dar nuestro testimonio como creyentes. Ahora, no todos estamos llamados a hacerlo del mismo modo. En la Iglesia, el Espíritu Santo ha suscitado diversidad de modos, no solo como sacerdote o religioso, sino en una multiplicidad de caminos de espiritualidad. El Santo Padre nos ha recordado en la Evangelii Gaudium que debemos decir “no” a la guerra entre nosotros: “A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis… ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos” (n. 99)

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar. 

En cualquier caso, el discípulo de Cristo debe ser consciente de que no debe ser ocasión de pecado para el Pueblo de Dios. Esa ocasión de pecado no solo es por comisión, sino por omisión o por un mal testimonio. Se puede inducir a una persona a pecar cometiendo pecado con él; o motivándolo a que lo haga. Se puede inducir a otro a pecar cuando no se corrige o se guarda silencio ante el mal (omisión). Se puede inducir a otro al pecado cuando la conducta pecaminosa de uno es un mal ejemplo para los demás.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. 

Las palabras del Señor en el Evangelio de la Misa de hoy son una invitación a considerar la actitud del discípulo de Cristo de una enemistad radical con el pecado. Ése es el norte: no ofender a Dios y no hacer que los demás ofendan al Señor. Al contrario que demos testimonio de nuestra fe con nuestra vida.

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