Primer domingo de cuaresma: Las tentaciones...
El primer domingo de cuaresma tiene siempre como tema
las tentaciones del Señor en el desierto. Hoy leemos el relato del evangelio
según San Lucas.
Una tentación no es otra cosa que una acción sobre
nuestra alma para alejarnos de Dios. Las tentaciones no son malas; Dios las
permite para que nos fortalezcamos. El Tentador, en la Sagrada Escritura, se
llama Satanás, cuyo nombre significa “Adversario”.
En el relato de hoy escuchamos las tres tentaciones:
“Si eres el Hijo
de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”.
Es la tentación de superponer los bienes materiales y
las necesidades por encima de la Voluntad salvífica de Dios. Es pensar que la
comida, la apariencia, la fiesta, la bebida… son más importantes que Dios. Y es
la tentación en la que cae la inmensa mayoría de los fieles.
“A mí me ha sido
entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien
quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras”.
Es la tentación de no poner la confianza en Dios, de
la autosuficiencia, de no temer a Dios. Es el olvido de Dios por el dinero, por
el sentir que con mis capacidades lo puedo todo. Es la tentación de la soberbia
y del orgullo, de creernos por encima del poder de Dios.
“Si eres el Hijo
de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen
órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no
tropiecen con las piedras”.
La tentación del “show”, del espectáculo. Se acerca a
Dios sólo porque quiere ver algo extraordinario: el milagro, el hecho difícil o
poco probable. Es también la tentación de pretender que la Voluntad de Dios es
lo que yo quiero, mi voluntad. Esta pretensión llega incluso a manipular la
Palabra de Dios en provecho propio. El Demonio quiere hacer creer que nada es
pecado porque en realidad no importa qué dice la Palabra, sino como yo la
interpreto. Es la tentación de la indiferencia, de retar al Señor con mi
conducta.
Recuerda que nunca seremos tentados por encima de
nuestras fuerzas. El remedio a la tentación está en el mismo Cristo que ya
venció al Demonio. Jesús nos ha traído la salvación: está en Él. Debemos creer
en el Él, en su mensaje y manifestarlo en nuestra vida, como lo escuchamos en
la segunda lectura.
Finalmente, nuestra fe es bíblica. Hemos escuchado en
las lecturas de hoy la frase “dice la Escritura”. Nuestra fe se fundamenta en
la Palabra de Dios escrita. En ella tenemos una fuente inagotable de riqueza,
de fortaleza, de espiritualidad. No la menospreciemos. Tengámosla en alta
estima.
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