Martes de la primera semana de pascua: El kerigma
El
Kerigma
I
Por
kerigma se entiende el primer anuncio. La evangelización (misión fundamental de
la Iglesia) tiene tres momentos:
a)
el primer anuncio, en donde la Iglesia invita a cada uno a reconocer el amor de
Dios, a apartarse del mal, del pecado, a aceptar a Jesús y la salvación que nos
ofrece, y dejarnos guiar por el Espíritu Santo para que Jesús sea en cada quien
Rey y Señor.
b)
La catequesis de iniciación: Una vez que la persona abraza a Jesús por la fe,
comienza una camino para recibir los sacramentos de iniciación cristiana:
Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
c)
La catequesis permanente: la formación del discípulo de Cristo a lo largo de
toda su vida.
Tal
vez los Apóstoles no lo supieran con un esquema tan específico, pero sabían que
lo principal de la evangelización es anunciar a todos los hombres a Jesús. En
la primera lectura de la Misa de hoy, escuchamos una parte del discurso de
Pentecostés. Pedro anuncia claramente a Jesús el Señor: “Sepa todo Israel, con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y
Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado”.
Seguir
a Cristo Jesús implica una conversión radical: apartare del mal, convertirse y
dejarse guiar por el Espíritu Santo:
Estas palabras les
llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué
tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó: “Arrepiéntanse y bautícense en
el nombre de Jesucristo, para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu
Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y
también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar,
aunque estén lejos”.
II
María
Magdalena, personaje tan criticado, en cierta manera es un buen ejemplo de lo
que nos puede pasar a lo largo de nuestra vida.
Efectivamente,
una de las cosas que puede impedir que nos encontremos con Jesús son nuestros
sentimientos y la excesiva confianza en nuestras propias fuerzas. María
Magdalena estaba abatida porque había visto morir al Señor. Ella quería ver los
restos de Jesús, pero estaba tan metida en sí misma que no lo reconocía. Estaba
justo delante de ella. En múltiples ocasiones de nuestra vida perdemos el
horizonte: perdemos de vista a Jesús porque estamos muy metidos en nosotros
mismos.
III
María
Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor
y para darles su mensaje.
Parte
esencial del seguimiento a Jesús es saber anunciarlo a los demás. El Documento
de Aparecida lo expresa de manera elocuente:
La alegría del discípulo
es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la
violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar
egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita
para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo
mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y
obras es nuestro gozo.
(DA 29)
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