Somos barro en la mano del Señor
Ciertamente, el Evangelio de hoy
resulta una invitación a no bajar la guardia en nuestra fidelidad. En este
tiempo que media entre la primera y la segunda venida del Señor, tendremos
muchas tentaciones de bajar los brazos y desistir en la lucha atenta y
vigilante.
No
obstante, hoy quisiera dejarte una reflexión sobre la primera lectura de la Misa
de hoy. Tiene una belleza particular. El profeta ha sido testigo de un momento
especial en la historia de Israel. Los deportados y los hijos de los deportados
vuelven al territorio de Israel. La encuentran muy descuidada y deprimida.
Muchos de los retornados se habían alejado de las prácticas de la religión
hebrea y se habían olvidado de los mandamientos de Dios.
El
profeta hace una oración/meditación en la que recuerda el amor de Dios por su
pueblo, amor que ha llevado de librarlos de sus enemigos. El profeta le llama
“Padre y Redentor”. A ese Padre, el profeta pregunta: “¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y
dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?”. El profeta
recuerda que aunque Israel torciera el corazón, Yahweh jamás dejó de velar por
ellos. Los israelitas se alejaban de Yahweh a tal punto que la justicia
(santidad) de ellos era comparada como
un trapo asqueroso. Era tal la situación de pecado que todos se sentían
arrastrados por el mal.
En
este cuadro dramático, ¿dónde estaba Dios? Yahweh nunca los dejó abandonados.
El profeta recuerda el amor de Dios que no cambia: “Señor, tú eres nuestro
Padre”. El profeta se deja llevar por el amor de Yahweh utilizando una imagen
muy linda: “nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de
tus manos”
Este
es un pensamiento hermoso para este tiempo de adviento: nosotros somos barro en
las manos del Señor y Jesús es el alfarero. Dejemos que él haga su obra en
nosotros.
¡Que
Jesús bendiga todos los corazones de tu familia hoy y siempre!
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