El Señor tiene su corazoncito...
Hace poco
celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Reflexionábamos entonces
que el Corazón de Jesús es la imagen del amor que Dios tiene por nosotros. Hoy,
en este pasaje del Evangelio según San Lucas, podemos contemplar una de esas
tantas facetas donde el Señor nos muestra su amor: en la adversidad.
Para
comprender este pasaje con mayor profundidad, tenemos que considerar algunas
cosas. La primera es: la sociedad israelita estaba construida sobre la figura
del varón y sobre él descansaban la inmensa mayoría de los derechos. La mujer,
en cambio, tenía un papel secundario.
Una de las
peores desgracias que podía ocurrir a una mujer en Israel era quedarse sola:
viuda y sin hijos. Eso implicaba que no tenía consigo un varón que velara por
ella. Se convertía en presa fácil de los abusadores y pervertidos (que en
aquella época también existían). El Señor, en el Antiguo Testamento, había
establecido una maldición sobre quienes se aprovecharan de los huérfanos y las
viudas: “‘Maldito sea el que cometa una
injusticia con un extranjero, una viuda o un huérfano.’ Y todo el pueblo dirá:
‘Amén.’” (Deut 27, 19) y era tan grave que, en la tradición bíblica, es uno
de los pecados que clama al cielo (Ex 22, 22–23).
El Señor
cuando llega a Naím, cerca de Nazaret, ve un episodio triste: una mujer que ha
quedado absolutamente indefensa (ahora se puede entender el gesto en la cruz de
pedir a Juan que cuide a su Madre). Esa mujer era viuda (quienes perdían a su
consorte se ponían los vestidos de viudez) y el ir sola detrás de la camilla
donde llevaban al difunto envuelto en lienzos le decía a todos que quien iba
allí era su hijo único.
Pienso que
no cabría ninguna duda que esa mujer, además de llorar la muerte de su hijo,
tendría el alma llena de angustia por su futuro. Sin duda, habría clamado al
Señor de Israel que velara por ella y el Señor de Israel escuchó su súplica.
Porque el Señor tiene su corazoncito.
Últimamente
se lee mucho en el Facebook: “La vida es así: en el facebook 2000 amigos, en
las fiestas 300 amigos, en la escuela 100 amigos, en la calle 50 amigos, en las
dificultades, 2 amigos (papá y mamá) y en la adversidad uno solo: Dios”.
El Señor
nunca nos deja solo. ¡Jamás! Su amor no conoce límites. Acude a Él en súplica
confiada y en su debido momento te responderá. No siempre lo que nosotros
queremos es lo mejor: Él sabe qué es lo mejor para nosotros, así que dejémonos
amar por Jesús.
El viernes pasado, Solemnidad del
Sagrado Corazón de Jesús, el Papa, en su homilía decía: “¡Ternura! Pero el
Señor nos ama con ternura. El Señor conoce esa hermosa ciencia de las caricias,
esa ternura de Dios. No nos ama con las palabras. Él se acerca (cercanía) y nos
da ese amor con ternura. ¡Cercanía y ternura! Estas dos formas del amor del
Señor que se acerca y da todo su amor incluso con las cosas más pequeñas: con
la ternura”.
No dudemos jamás que el Señor Jesús
tiene su corazoncito.
¡Jesús te bendiga!
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