La fidelidad a Cristo Jesús



La actitud más cómoda para cualquiera es no dejarse llevar por la opinión de los que se denominan a sí mismos “la mayoría”. También es la más errónea, porque es esconderse detrás de la irresponsabilidad. Hay un refrán que reza: “¿Dónde va Vicente? ¡Donde va la gente!”. A la hora de exigir la responsabilidad de las acciones la solución más fácil es decir: “todo el mundo lo hacía”.

En la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, hay una tendencia que grita que la Iglesia debe cambiar: debe dejar que los curas se casen, aceptar el divorcio, reducir los mandamientos a dos, no “obligar” a la gente a que vaya a Misa, se confiese, etc. ¡Y vaya que son gritones! Pero, estos cristianos malos olvidan que la Iglesia debe fidelidad no a la opinión de unos cuántos, sino a la Voluntad de Cristo Jesús, Nuestro Salvador.

El discípulo de Cristo debe tener la misma actitud del profeta que escuchamos en la primera lectura: «Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”».

Esa fidelidad a la Voluntad de Cristo Jesús la exige San Pablo a los corintios, y con ellos a todos nosotros: “Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí”. No caben interpretaciones subjetivas del tipo: “Yo considero... Para mí... Desde mi punto de vista... En mi modesta opinión...”. Todas esas posturas son una especie de justificación para no cumplir la voluntad de Dios.

Ciertamente, puede ocurrir (con frecuencia) que no entendamos cómo podemos cumplir la voluntad de Dios en las circunstancias en las que estamos. La misma duda tenía Pedro. Habían trabajado toda la noche y no agarraron nada. Jesús le pide que lance las redes. «“Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían».

                La Voluntad de Dios no siempre es cómoda. Eso es cierto. Sin embargo es la Voluntad de Dios. Y Ella nos debemos, porque somos Hijos de Dios, discípulos de Cristo y nos dejamos guiar por el Espíritu. Debemos fidelidad a Cristo, no a la mayoría.

                Que Dios te bendiga.

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