Una manera de amar: interceder



            Habrá que repetirlo cuantas veces sea necesario: amar no es un sentimiento, ni atracción sexual, ni relaciones sexuales. Amar es la decisión firme de la voluntad de procurar el mayor bien por otra persona.

            El bien que se busca para la otra persona no necesariamente tiene que salir de las propias manos. No sabemos ni podemos hacer todo: en muchísimas ocasiones tendremos que recurrir a otros. Y eso no disminuye en nada el amor. Pensemos un momento en papá y mamá que están en casa, y se percatan que el hijo no se siente bien: si ellos no saben qué tiene el niño y cómo actuar, no lo amarán menos porque lo lleven al médico.

            A lo largo de nuestra vida encontraremos situaciones en las que nuestros familiares y amigos se encuentran en un momento difícil. Debemos ser conscientes de que no es mucho lo que podemos hacer para remediarlo materialmente. Sin embargo, nuestra fe no nos enseña que nos quedemos de brazos cruzados.

            Nuestra fe nos enseña que el Señor todo lo puede (Lc 1, 37) y podemos acudir a Él en esos momentos. Interceder, es decir, pedir al Señor que intervenga a favor de otro, es también una forma de amar, porque es una forma de buscar el bien de otro.

            En el Evangelio de hoy vemos al actitud amorosa de María quien se percata que unos nóveles esposos pasarán un momento difícil porque se les acaba el vino. Ella materialmente poco podrá hacer, pero su Hijo, quien todo lo puede, sí. Y así, María intercede ante su Hijo Jesús a favor de los esposos.

            Si sabemos de algún amigo o familiar que pasa por una situación difícil o angustiosa y no tenemos cómo ayudarlo, la oración de intercesión es la mejor manera de acompañarlo y de mostrarle el amor que le tenemos. Para hombres sin fe, la oración no vale nada. Para hombres con fe, la oración es el motor que lo puede mover todo.

            Este pasaje de la Misa de hoy nos enseña lo poderosa que es la intercesión de nuestra Madre. No obstante Jesús le dijera que no era el momento de comenzar su vida pública, la confianza de María era tal que le dijo a los mayordomos una frase que será vigente hasta el fin de la historia: “Hagan lo que Jesús les diga”. Cumplamos este mandato de María y confiémonos también a su intercesión.

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