No hay amor sin fruto



En múltiples ocasiones hemos escuchado aquel refrán que dice: “Obras son amores y no buenas razones”. Y eso es cierto también en la vida espiritual. Así lo escuchamos en la segunda lectura de la Misa de hoy (Fil 1, 4-6. 8-11).
Que el amor de Cristo Jesús siga creciendo más y más: Desde el momento de nuestro bautismo fuimos configurados en Cristo (Gal 3,27), es decir, que ahora somos miembros de Cristo Jesús. Debemos ser su imagen. En nosotros debemos tener los mismos sentimientos de Cristo, su mismo amor (Fil 2, 5). Ese amor que llevó siempre a Jesús a hacer todo para agradar al Padre, a buscar el bien de los hermanos (en orden material y espiritual) hasta llegar al extremo de dar su propia vida por todos los hombres. Debemos dejar que ese amor de Cristo crezca en nosotros, ser cada vez más imagen de Jesús.
Se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual: Es la condición y la consecuencia necesarias. Si quiero dejar que el amor de Cristo crezca en mí debo conocerlo más y mejor. Conozco mejor a Cristo leyendo los Evangelios y tratándolo en la oración. De esa manera, haré que mi vida sea la imagen de Cristo en medio del mundo. La consecuencia es ésta: una mayor sensibilidad espiritual. Ya no dejaré que sean las emociones las que guíen mi vida, no serán los sentimientos malos. Veré todo con los ojos de Cristo y desde una perspectiva nueva.
Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios: Si tenemos el amor de Cristo y hemos procurado conocerle, de tal modo que hemos cambiado nuestra manera de ver el mundo porque lo vemos desde los ojos de Jesús, entonces nuestras elecciones serán siempre las mejores. Elegir lo mejor no siempre es cómodo: a un enfermo le resulta más cómodo estar en casa, pero lo mejor es ir al médico. Para una persona es más cómodo quedarse callado ante el pecado de un familiar, pero lo mejor es corregirlo. Lo mejor está orientado a nuestra salvación y a la salvación de todos.
Una actitud de todo cristiano es mantenerse libre de pecado hasta el encuentro definitivo con Cristo. La santidad (frutos de justicia) no es otra cosa que vivir como Jesús quiere. Y todos los cristianos estamos llamados a vivir en santidad, de tal modo que nuestra vida sea un himno para la alabanza y la gloria de Dios.
Aprovecha este tiempo de adviento para crecer en el amor de Cristo, que se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual para vivir en santidad.
Dios te bendiga.

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