La decisión de seguir a Jesús
Las
lecturas de la Santa Misa se hoy hablan de una encrucijada en la que se invita
a los fieles a decidir. En la primera lectura, después de que Josué, siguiendo
los mandatos de Yahweh, logró la conquista de la tierra prometida, reunió a
todo el Pueblo de Israel. Ya estaban en la tierra que Dios había prometido a
Abrahán. Josué les puso en una encrucijada: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a
quién quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro
lado del río Eufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes habitan? En cuanto a
mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”.
El Pueblo de Israel recordando todos los prodigios que Yahveh hizo ante sus
ojos hizo su opción en ese momento de seguir a Dios.
En el
Evangelio de hoy, después de haber escuchado de labios del Señor que para tener
vida eterna es necesario comer su carne y beber su sangre, muchos de sus
discípulos no quisieron seguir con Él. Conminó a sus apóstoles: “¿También
ustedes quieren dejarme?”. La respuesta de Pedro es lapidaria.
La fe (que
es vivir según Jesús quiere) es una decisión. Jesús nos hace una oferta: si
cumplimos su Palabra alcanzaremos la vida eterna, plena y feliz. Al conocer ese
mensaje de salvación queda solo de nuestra parte seguirla o no. Es nuestra
decisión.
Ciertamente,
hay cosas que pueden atar a una persona para renunciar al seguimiento a Cristo.
Una de ellas es el “encanto” de otras cosas. Así se los hace saber Josué al
Pueblo reunido en Siquem: “digan aquí y ahora a quién quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron
sus antepasados al otro lado del río Eufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo
país ustedes habitan?”. El mundo creado y las invenciones de cualquier tipo
que han hecho los hombres pueden representar una especie de encantamiento que
pueden apartar a un hombre del seguimiento a Jesús.
Otra cosa
que puede alejar el corazón del hombre del seguimiento a Cristo es el estar apegado
a actitudes y hábitos non sanctos y
la exigencia del mensaje de Cristo. De hecho, ésta es la razón por la cual
muchos abandonan a Jesús: “Desde
entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar
con Él”.
La respuesta del cristiano debe ser como
la de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú
tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios”. Pedro, no lo olvidemos, era una persona con una fe grande,
capaz inclusive de salir al mar a caminar con Jesús (Mt 14, 28 – 29) pero que
no lo eximió de en un momento difícil de negarlo en tres oportunidades (Mt 26,
69 – 74) o de recibir una fuerte recriminación de Jesús que le llamó Satanás por querer apartarlo de la Voluntad
del Padre (Mt 16, 23).
Nuestro
seguimiento a Jesús no nos exime de tener momentos de debilidad, pero al igual
que Pedro, podremos siempre recibir
el perdón de Nuestro Dios y Salvador Jesucristo (Jn 21, 15 – 19).
Repite
muchas veces durante el día: “Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Que Dios
te bendiga.
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