Y Zacarías escribió: su nombre es Juan
Este
domingo, día del Señor, coincide con la Solemnidad de uno de los Santos más
grandes de la Iglesia: San Juan Bautista. Nuestro Señor Jesucristo dijo que él
un gran elogio: “Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más
grande que Juan Bautista” (Mt 11, 11). También dijo el Señor de Juan
Bautista que él es el último de los profetas y que él era Elías, el que vendría
a anunciar la presencia del Mesías entre los hombres (Mt 11, 13-14).
San Lucas
recoge en su Evangelio los acontecimientos que rodearon su nacimiento: el
anuncio a Zacarías, su enmudecimiento por no dar fe a las palabras del ángel,
la concepción milagrosa por parte de Isabel y su nacimiento.
Cuando
Isabel se supo embarazada, se escondió a los ojos de la gente. La razón por la
que Isabel se esconde es para, además de cuidarse, celebrar la alegría de que
“el Señor le quitó su oprobio entre los hombres” (Lc 1, 25) Para entender bien
esta razón, debemos considerar que una mujer que no podía tener hijos era mal
vista: quería decir que el Señor no la había escogido para que de su
descendencia naciera el Mesías. Con su embarazo, Isabel se sintió bendecida por
el Señor.
Al sexto
mes de embarazo, María se acercó a la casa de Isabel para asistirla. Y llegó el
momento feliz: Isabel dio a luz un varón. Por indicación del ángel Gabriel, el
nombre del niño sería Juan (Lc 1, 13). Juan significa “Yahweh es propicio”.
En ese
momento feliz, los vecinos se alegraron con ella. Todos ellos llamaban al niño
Zacarías, como su papá. Isabel les hace saber que no, que su nombre es Juan.
Los vecinos le porfían: nadie en tu familia se llama así. Seguramente Isabel se
mantenía firme pero los vecinos querían llevarle la contraria por muchas
razones: es mejor que se llame como su papá, para que perpetúe su nombre,
porque es la tradición, bla, bla, bla. Por eso deciden ir a preguntar al papá
del niño. Y Zacarías pidió una tablilla y escribió: Su nombre es Juan (Lc 1, 63).
Este
episodio debe ser una lección para todos los cristianos católicos de este
tiempo. Hoy existe la tendencia de dejarse llevar por lo que dicen otros,
aunque sea contrario a la Voluntad de Dios. El criterio no es: ¿Cuál es la Voluntad de Dios? sino ¿qué es lo que dice o lo que hace la gente?.
Y según este criterio, se traiciona a Jesús por “no llevar la contraria a la
gente”.
Hoy
muchos políticos dicen “la voz del pueblo es la voz de Dios”. No es cierto, más
aún, la frase nació en la edad media y fue escrita por Alcuino de York quien
decía: “Y no debería escucharse a los que
acostumbran a decir que la voz del pueblo es la voz de Dios, pues el desenfreno
del vulgo está siempre cercano a la locura”.
Este
episodio del nacimiento de Juan el Bautista debe llamarnos a la reflexión: el
criterio para nuestra vida es la Voluntad de Dios, no la opinión o el querer de
la gente. Solo así podremos alcanzar la libertad y la felicidad. Dejarse llevar
por el parecer de la gente produce esclavitud, anula la personalidad, y produce
angustia porque se desvive por agradar a los demás y no por ser feliz. La
verdadera felicidad solo está en Jesús. Y Él es nuestro norte.
San Juan
Bautista, ruega por nosotros.
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