El Misterio central de nuestra fe
Uno de los grandes defectos que tiene la mayoría
de los cristianos venezolanos de nuestra época es que están casi convencidos
que lo que nos enseña nuestra fe sólo sirve para cuando vamos a Misa. Eso lo
llaman los obispos de Venezuela “divorcio entre fe y vida”.
Todo lo que nosotros aprendemos de nuestra fe,
tiene una influencia en nuestra vida. Desde que estamos en el catecismo
habremos escuchado con seguridad que el misterio central de nuestra fe es el
misterio de la Santísima Trinidad.
Ahora bien, la pregunta segura: “¿Cómo influye en
nuestra vida el misterio de la Santísima Trinidad?”
Ya el año pasado reflexionábamos cómo estamos
inmersos en el misterio de la Santísima Trinidad cuando participábamos en la
Santa Misa. Ahora, te recuerdo algunos detalles.
Cuando fuiste bautizado recibiste la dignidad de
hijo de Dios, Hermano de Jesucristo y guiado por el Espíritu Santo. Ya desde
ese momento, nuestra vida debe adecuarse hasta condición.
Como Hijo de Dios estás llamado a reflejar en tus
palabras, pensamientos y acciones sean las palabras, pensamientos y acciones de
un hijo de Dios. Además, eso indica también que todo bautizado es mi hermano y
debo procurar tratarlo como tal.
Como hermano de Jesucristo, debes, además de
conocerlo, tratarlo y frecuentarlo, llevar a cabo todo lo que Él nos ha
enseñado para agradar a Dios Padre. Él ha hecho todo lo necesario para nuestra
salvación pero no quiere violentar nuestra libertad, sino que quiere que lo
hagamos porque queremos hacerlo. Él mismo se ha quedado como alimento nuestro
en la Eucaristía, nos ha dejado el sacramento del perdón para reconciliarnos
con el Padre. Debemos tratarlo con frecuencia en la oración.
No siempre nos es fácil saber qué hacer en cada
momento de nuestra vida. Es en esos momentos en que el Espíritu Santo nos sirve
de guía y de gran apoyo. Cuando las tentaciones nos acechan el Espíritu viene
en nuestro auxilio con sus dones. Para hacer crecer a su Iglesia, mueve los
corazones de muchos a servir de un modo particular, sea con una vocación
específica al sacerdocio o a la vida consagrada, también a seguir a Jesús en el
camino a la casa del Padre en diversos movimientos o grupos apostólicos, como
también a desarrollar algún apostolado o servicio en medio de la comunidad
cristiana.
Vivimos cada día en medio del misterio central de
nuestra fe. Somos hijos de Dios, hermanos de Jesús y guiados por el Espíritu
Santo. Y esto lo podemos sentir y vivir en cada momento: estamos inmersos en el
misterio de la Santísima Trinidad.
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