Los criterios de este mundo

En la segunda lectura de hoy encontramos un consejo de San Pablo que bien podría ser la filosofía que guíe la vida de los cristianos en este momento de la historia. Léela despacito y medítala.

Según los estudiosos de los fenómenos sociales, los venezolanos nos hemos dejado influenciar por lo que se llama “la cultura de la imagen”, es decir, que nos dejamos llevar por las apariencias o por los que los medios de comunicación proyectan como “el modelo de vida”. No debemos rechazar de primera esta afirmación porque, siendo honestos, algo de cierto hay.


Es fácil dejarse llevar por los criterios de este mundo y en especial por lo que los medios quieren transmitir como el modelo de vida del ciudadano. De hecho, las famosas modas, algunas que rayan en lo ridículo, son consecuencias de esta cultura.

Otra de las manifestaciones de este dejarse llevar por los criterios de este mundo es “el hacer lo que hace todo el mundo”. Si todo el mundo se emborracha los fines de semana, si gastan dinero excesivo en apuestas, si gastan dinero en compras innecesarias, si consumen drogas, gastan dinero en comprar compulsivamente zapatos, ropas, teléfonos, i-pods, CD’s, motos, chaquetas, etc… yo también debo hacerlo. Esta manera de pensar y actuar es una muestra de “dejarse transformar por los criterios de este mundo”.

Una de las muestras del pensamiento de este mundo es el hedonismo. El “hedonismo” es la búsqueda del placer y huir de todo lo que signifique esfuerzo. Es cierto que es una tendencia natural huir del dolor, pero las consecuencias del pecado original han hecho que, para hacer algo valioso, se requiere esfuerzo: desde un par de zapatos hasta una casa confortable. Todo lo que es valioso en esta vida requiere esfuerzo.

Es precisamente este particular lo que le reclama Nuestro Señor a Pedro. El Señor dice a los discípulos que debe padecer para alcanzar la gloria. Pedro se escandaliza y quiere hacer desistir al Señor. Jesús le recrimina: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!

De hecho, lo que nos enseña Nuestro Señor a continuación es la destrucción de la lógica hedonista: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. El Señor hoy nos invita a poner nuestra mente en la manera de pensar de Dios. Es cierto que el Señor nos ha creado para que seamos felices y es una obligación de todo cristiano buscar la felicidad que pasa también por el bienestar personal. Sin embargo lo que no quiere el Señor es que pensemos que la felicidad está solo en ello. Dios nos llama a una felicidad plena que está en Él.

En esta vida la felicidad plena no es posible, pero podemos gustarla cuando aprendemos a orientar nuestra vida según su Voluntad. No es en el apegamiento a los bienes materiales, no es en el hedonismo, no es poner la confianza en bienes pasajeros como la fama, la política o las apariencias. La felicidad verdadera está en Cristo Jesús, en el cumplimiento de su Voluntad y en la felicidad de la gloria eterna.

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