La Base fundamental de nuestra fe
Siempre es necesario, como dice aquel cantante, buscar el fondo y su razón. De lo contrario, corremos el peligro de hacer las cosas automáticamente, pero sin saber por qué las hacemos.
La Navidad, la solemnidad del nacimiento de Cristo, es una oportunidad especial para que recordemos la base fundamental de nuestra fe. Muy por el contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, la base fundamental de nuestra fe no es la de creer en un solo Dios. Lo que hace especial y única nuestra fe es el que Dios se hizo hombre y está con nosotros.
Hoy la primera lectura y el Evangelio nos recuerdan este hecho fundamental. Lo grandioso y magnífico de la promesa que Dios hizo a la humanidad es que Él mismo se haría uno de nosotros. Inicialmente, el Pueblo de Israel no percibió la grandeza del mensaje de Isaías, puesto que gran parte de los nombres en esa época llevaban el sufijo –el, que significaba Dios. Así, por ejemplo, Samuel significa Dios escucha, Daniel significa Dios es juez, etc. Isaías dice que el niño se llamaría Emmanuel (Dios con nosotros). Al inicio pensaron que ése sería el nombre del niño, pero nunca se imaginaron que realmente sería Dios con nosotros.
Solo el advenimiento de Cristo Jesús dio el significado pleno de esa profecía. Dios se hizo hombre. El ángel en el sueño de José (cuyo nombre significa Dios providente) le indica que debe ponerle por nombre Yoshua (Jesús, Dios salvador).
Éste es el verdadero fundamento de nuestra fe: Dios mismo se hizo hombre (¡éste es el misterio de la Navidad!) y se ha quedado con nosotros.
Ya este misterio de nuestra fe da pie al resto: Si Dios se hizo hombre y se llama Jesús, ¿soy consciente de que Dios –Jesús– me ha hablado? ¿Sé que Dios –Jesús– me ha manifestado su Voluntad para que yo pueda alcanzar la salvación, la vida eterna? Si Dios está con nosotros, ¿qué papel juega Jesús en mi vida? ¿Tengo un trato confiado con Jesús, en especial en la oración y en la Eucaristía?
El Adviento y la Navidad son un periodo para que nosotros reflexionemos y meditemos sobre el fundamento de nuestra fe. Los cristianos no creemos simplemente en Dios, sino en Dios hecho hombre –Jesús– y en Dios que está con nosotros.
Que el Emmanuel y Yoshua nos bendiga todos los días de nuestra vida.
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