Ser y parecer
Uno de los grandes defectos de la sociedad actual es que valoran más la apariencia. Como una cosa extraña se busca la vistosidad y el beneplácito de otros sin valorar en realidad qué hay en el fondo. Y eso no es solo en cuestiones comerciales sino también en la vida ordinaria. Y en la vida cristiana.
En la vida cristiana no es suficiente parecer un buen cristiano. Es necesario ser un buen cristiano. Ésta es la razón por la que Nuestro Señor hace la corrección a sus discípulos ante la pregunta de quiénes se salvarán: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’. Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán”.
Jesús nos llama a la perfección cristiana. La vida del cristiano debe ser un camino donde se atienda los llamados a la conversión que Jesús nos hace.
Los llamados de Jesús no son (no tienen por qué serlos) algo extraordinario o especial. Santa Teresa de Jesús decía que “Dios anda entre los pucheros”, dándonos a entender que Dios habla en las ocasiones más normales y ordinarias. De hecho, cuando alguien nos da un consejo, nos corrige, nos orienta... es Jesús quien nos habla. Cuando leemos algún pasaje del Evangelio o de la Sagrada Escritura, o vemos alguna situación que nos llama a la reflexión, es Jesús quien nos habla.
La corrección que Jesús nos hace es una señal del amor que nos tiene: “Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos? Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad”. Todos tenemos algo de orgullo o de soberbia en el corazón. Ciertamente no nos gusta las correcciones porque a nadie le gusta reconocer que está haciendo las cosas mal. Sin embargo, ese malestar es una señal de que efectivamente estamos haciendo las cosas mal. Ese malestar es distinto de la incomodidad que nos causa la maldad de otro. Y sabemos bien distinguirlo.
Jesús puede corregirnos –y de hecho, lo hace– en cualquier momento de nuestra vida: niñez, juventud, tercera edad. Nunca es tarde. No hemos de olvidar que Jesús quiere que seamos mejores. No desatendamos los llamados que nos hace para que podamos entrar al banquete de su Reino.
Que Dios te bendiga.
un amigo una vez no recuerdo bien escribio, "ahora entiendo xp mamá era mala, cuando pequeños nos corregia, nos exigia: te toca sacar la basura, recoge tu cuarto, haz tu tarea, etc. y yo pensaba, que mala es mamá. que seria de mi vida si mamá no hubiese sido mala??? ahora la quiero más".resulta que su maldad no era maldad era enseñanza, era disciplina, y esa enseñanza da los frutos.
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