No hay que temer a la contrariedad

 Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre el fin de los tiempos, y sobre una serie de eventos que han de ocurrir antes del fin (lo que no significa que el fin vendrá inmediatamente).

El Maestro comienza haciendo una profecía (que aún hoy se cumple) sobre la destrucción del Templo de Jerusalén, y a partir de allí hace una serie de anuncios sobre lo que sobreviene a la Iglesia incluso hoy: falsos profetas, guerras, revoluciones, epidemias y hambre; persecuciones y traiciones. Todo eso ha de ocurrir antes del final de los tiempos.

Cristo Jesús nos invita a no sucumbir ante la contrariedad. No podemos distorsionar la realidad echando la culpa a Dios de los males del mundo, cuando esos males tienen autores humanos y responsables humanos. No podemos ser unos canallas poniendo eso como la excusa para dejar de seguir a Jesucristo o renegar de Dios mismo. El Señor nos advierte que esas cosas tienen que ocurrir, ya estamos advertidos.

Los falsos profetas también están a la orden del día. Los hay de todos los colores. Hay de los que se dicen que son una suerte de reencarnación de Jesucristo, otros se erigen en los paladines de la renovación y salvación de la Iglesia, así como otros que para ganar notoriedad en medio de la comunidad predica no el Evangelio, sino una doctrina propia que consiste en decir lo que “la gente” quiere escuchar. Todos ellos son enemigos de Cristo Jesús. Y todos ellos tienen como fin apartar a los hijos de Dios de la verdadera fe. Y eso tiene que ocurrir.

No es bueno ni sano pensar que el mundo es bueno y que debemos abrirnos a todas las ideologías y aceptarlas como una suerte de mezcolanza de todas las cosas. Es una manera sutil pero efectiva de diluir el mensaje del Evangelio. No es sano mezclar el mensaje del Evangelio con una tendencia política, con una ideología, con un movimiento social o pseudopolítico. También el Señor nos lo advierte: “muchos vendrán usurpando mi nombre”. 

¿Qué espera Cristo Jesús de nosotros? Fidelidad. Que tengamos una fortaleza de espíritu tal que sepamos mantenernos firmes en el seguimiento a Cristo dando testimonio de nuestra fe ante los hombres. “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida” nos dice el Maestro. Podremos tener momentos de debilidad, pero sabemos levantarnos y seguir adelante. Cuando caigamos en la cuenta de que hemos estado en el error, sabremos enmendar y volver al buen camino. Sabremos reafirmar nuestra fe en Cristo Jesús cuando las cosas no nos salgan bien, cuando seamos blanco de críticas por nuestro testimonio, cuando escuchemos que el mal trata de imponerse; porque tenemos la certeza de que, si nos mantenemos firmes, conseguiremos la vida.

Que la fortaleza de la bendición de Cristo nos acompañe siempre.


Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

La segunda venida del Señor y el fin del mundo

El bautismo del Señor