Despierta y reacciona

 Este fue el lema de la segunda visita del Papa Juan Pablo II a Venezuela. Y las lecturas de este primer domingo de Adviento nos hacen una advertencia similar para nuestra vida.

La segunda lectura (Rm 13, 11-14) comienza con esta advertencia: "Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca". Todos nosotros, que vivimos en medio del mundo, podemos distraernos con las cosas del mundo. Incluso podemos llegar a pensar que son más importantes que Nuestros Señor (dicho sea de paso, eso mismo pensaba Judas Iscariote).

Los afanes de la vida pueden hacer que no le demos el lugar que le corresponde a Nuestro Señor Jesucristo. Este tiempo de Adviento es una llamada de atención en ese sentido. Y por los tiempos que corren, se hace urgente este llamado de atención. El Señor en el Evangelio (Mt 24, 37-44) advierte que en la época de Noé las gentes vivían desbocadas en comilonas, bebidas y desórdenes. Y entonces, llegó el día del diluvio.

Hoy el consumismo –que es todo lo contrario al significado verdadero de la Navidad– puede hacer que los hijos de Dios se distraigan y piensen que la Fiesta del Nacimiento de Jesús es borrachera, desorden, dispendio, comilonas… Y entonces tendremos a los hijos de Dios con el corazón lejos, muy lejos de Dios. Lo que convierte ese modo de celebración de la Navidad en un absurdo.

El Adviento es el tiempo preciso para hacer un examen de conciencia profundo. Es también un tiempo de rectificación. Y es un tiempo para volver a mirar a Cristo que viene. El Adviento entonces no es para distraerse con las cosas del mundo. Será útil el consejo de San Agustín en los Soliloquios del alma a Dios: "No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad".

Mientras vuelve el Señor (o que vayamos a su encuentro), dispongamos el corazón para que Él vuelva a nacer, pero en nosotros. Y esa será la mejor Navidad y el mejor regalo que podremos presentar en el día del cumpleaños del Niño Jesús.

¡Maranathá! ¡Ven, Señor Jesús!

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