Agradecimiento y Salvación
Las lecturas de hoy gozan de una belleza particular y de un muy rico contenido. Aunque se pudieran reflexionar sobre múltiples tópicos, hoy a quedarme con dos reflexiones.
Bien sea en la primera lectura (2Re 5, 14-17) que en el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Lc 17, 11-19), vemos, por una parte, la actitud de agradecimiento de Naamán, un general sirio, y, por otra parte, un samaritano que se acerca a agradecer a Nuestro Señor Jesucristo. Lo primero que salta a la vista es que ninguno de los dos pertenecía al pueblo de Israel. De hecho, pertenecían a poblaciones rivales en su momento. Y ambos de alguna manera manifiestan la fe en el Dios único vivo y verdadero.
Como podremos deducir fácilmente, no se requiere alguna particular disposición externa para acercarse a Nuestro Señor Jesucristo. La segunda cosa es que ambos tienen en común es que estaban afectados de la lepra. En la tradición bíblica, para referirse al pecado que arruina el alma de un hombre, suele acudirse a la imagen de la lepra.
Ambos se ven limpios de la lepra, cuando deciden acercarse a Dios y pedirle verse libres de tal mal. Alegóricamente podremos decir que la única forma de vernos libres del pecado es acercarnos a Dios y confiar en Él. Supone, por una parte, la conversión, como en el caso de Naamán, y un acercarnos a Cristo Jesús como el samaritano. En la intervención de Cristo Jesús se nota claramente cuando dice que fueron diez los que se vieron limpios, pero al Samaritano le dice “tu fe te ha salvado”.
Es aceptar a Cristo Jesús, confiar en él y reconocerlo como Nuestro Señor lo que nos gana la salvación: no seremos más esclavos del pecado, sino gozaremos de la libertad de los hijos de Dios.
La segunda cosa sobre la cual quisiera dejarte una reflexión es la siguiente: debemos mostrarnos agradecidos a Nuestro Señor. Sea Naamán que el samaritano, cuando se percataron que se vieron libres de la lepra, se acercaron a Dios para agradecerle. Considera el hecho de que no siempre seremos como objeto de una intervención extraordinaria de Dios Nuestro Señor, pero somos testigos de los pequeños favores que nos hace cada día. Y por eso damos gloria a Dios, agradeciendo esos pequeños favores a los cuales nos acostumbramos, pero que son una muestra del amor que Dios nos tiene.
Hemos de tener siempre presente que la salvación solo puede tener lugar cuando nos acercamos a Cristo, abandonamos el pecado y nos confiamos plenamente a Él. Y también hemos de saber mostrarnos agradecidos por los pequeños y grandes beneficios que Dios nos concede. Así daremos gloria a su Nombre que es bendito por los siglos de los siglos.
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