Lo que importa es lo que diga el Señor
El pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy es conocido como el de la mujer adúltera (Jn 8, 1 -11). Una mujer fue sorprendida cometiendo adulterio. La ley mosaica ordenaba la condena a muerte a los sorprendidos en adulterio (Dt 22, 22).
El Señor se encontraba en Jerusalén, y un día subió al Templo. Los fariseos y escribas llevaron a la mujer ante Jesús. Su intención era clara: poner a prueba al Maestro. Ante la severidad de la pena establecida por la ley, le preguntan a Jesús: “¿Tú que dices?”. Nuestro Señor se tomó su tiempo. Ante la insistencia, el Maestro les deja una frase que demuestra su sabiduría: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”.
En otros pasajes del Evangelio, el Señor nos invita a no sentirnos moralmente superiores erigiéndonos en jueces de los demás. Nosotros, con toda seguridad, tenemos nuestras deficiencias y debilidades, con lo cual no debemos sentirnos superiores a otros en ese aspecto.
Los acusadores se fueron retirando. El Señor le pregunta por los acusadores: “¿Nadie te ha condenado?”. Ella responde: “Nadie”. Y luego vienen las palabras que tienen más significado para cualquier creyente en Cristo Jesús: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
Nosotros solemos preocuparnos demasiado por lo que los demás puedan pensar y decir de nosotros. Al final, nada de eso vale la pena. Lo que importa y debe importar más es lo que diga Nuestro Señor de nosotros. Y el Señor siempre está dispuesto al perdón.
Ese gesto de perdón tiene no solo un gran significado para esa mujer, sino que supone un gran poder sanador. Significa para ella que tiene la oportunidad de un nuevo comienzo, de cerrar capítulos en su vida, de sanar heridas que ha podido dejar nuestro pasado. Y exactamente eso pasa cada vez que nos acercamos al sacramento de la confesión, llamado también sacramento de la reconciliación, del perdón.
Hoy no es bien valorado por muchos el sacramento de la confesión. Buscan mil y una razones para no acudir a él, pero dejan de lado los valiosos efectos y oportunidades que nos ofrece. Cristo Jesús no quiere nuestro mal. El nos ofrece lo mejor para nosotros. Y con la Confesión nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo siempre que sea necesario.
Bendiciones para ti y los tuyos.
Comentarios
Publicar un comentario