La soberbia de la vida

 En la primera carta de San Juan (2, 16) se nos pide que nos alejemos de lo que hay en el mundo: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. En el evangelio de hoy (Lc 6, 39-45) escuchamos una masterclass de Nuestro Señor Jesucristo sobre lo que significa la soberbia de la vida.

La soberbia es la actitud de la persona que está convencido de poseer una perfección tan alta que se cree superior a los demás y que, por lo tanto, tampoco acepta las correcciones de otro. El soberbio se permite criticar a todas las personas a su alrededor. No es difícil concluir que la persona soberbia cierra las puertas del corazón a la palabra de Cristo Jesús.

El soberbio sufre de ceguera espiritual. No es capaz de reconocer que va por mal camino y aun así pretende imponerse como modelo y guía de los demás: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?»

El soberbio encuentra defectos en todas las personas, que puede ser que la tengan, pero ese afán de corregir no encuentra un lugar en su propia vida. Normalmente tiene defectos mayores, pero es incapaz de reconocerlo: «¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo”? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

Como también escuchamos en la primera lectura (Eclo 27, 4-7), nuestra opinión sobre las demás personas debe tomar pie de lo que hace. Sus acciones serán buenas si es un hombre bueno, sus acciones serán malas si es un hombre malo: «Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos».

La fuente moral de nuestras acciones está en nuestro corazón. El corazón en la Sagrada Escritura es lo más íntimo y profundo del alma. Y de allí tienen su origen las buenas acciones, pero también tiene su origen el pecado: «El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Próximos a iniciar la cuaresma, es una ocasión más que propicia que nos ofrece Nuestro Señor para que examinemos y purifiquemos nuestro corazón. De esta manera podemos alejar de nosotros la soberbia que supone un grandísimo obstáculo a la gracia de Dios en nosotros. 

Feliz y bendecido día para ti y los tuyos.


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