En Cristo Jesús está la salvación

 Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos ofrecen la oportunidad de reflexionar múltiples temas. Todos ellos valiosos y pueden hacernos crecer interiormente. En mi parecer, el Evangelio de hoy toca un tema neurálgico en el que todos los que nos llamamos cristianos deberíamos no sólo ser conscientes, sino que además deberíamos aceptarlo como algo importantísimo en nuestra vida: En Cristo Jesús está la salvación.

Todos nosotros hemos tenido la experiencia del mal. Evidentemente, lo que viene inmediatamente a la memoria de cada uno es el mal físico: Una enfermedad, un accidente, el fallecimiento de un pariente o amigo cercano, la penuria económica, etc. Ciertamente todo eso es malo, pero todavía no es una experiencia interna y personal del mal. 

Me refiero a la sensación de vaciedad que tienen muchísimas personas y que tratan de llenar o de olvidar hundiéndose en otras actividades que no solo no eliminan esa sensación, sino que además pueden hacer que sea mayor. Me refiero también a la desilusión y a la tristeza que llenan los corazones de muchos porque no logran la satisfacción de sus anhelos o que sienten que otras personas quieren su mal y su ruina, y que tratan de vencerlas acudiendo a cursos de autoestima, de “mentalidad positiva” o al esoterismo. Me refiero a esas personas que usan la violencia y la vulgaridad como “arma” para sentir que son alguien poderoso e influyente. Me refiero a aquellos que están hundidos en el pecado y piensan que ya no pueden hacer nada que cambie eso. Esa es la experiencia del mal.

Todas esas experiencias son malas y dañinas. Todas ellas nos conducen a la condenación eterna. Y la lectura del Evangelio (Jn 3, 14-21) nos señala hoy que la salvación a esas experiencias y a sus consecuencias está en Cristo Jesús. Nuestro Señor Jesucristo puede darnos la oportunidad de apartarnos del mal de vencer la experiencia del mal y de alcanzar la felicidad de eterna. Eso es la salvación.

Nuestro Señor en Evangelio hace referencia a un pasaje del libro de los Números (21, 4 – 9) en el que se narra una suerte de rebelión del pueblo contra Dios y una plaga de serpientes invade todo el campamento. El pueblo acude a Moisés pidiendo su intercesión y el Señor le ordena construir una serpiente de bronce y ponerla en medio del pueblo. Todo el que se vea mordido por una serpiente y mire el estandarte de bronce se verá libre del veneno.

El Maestro nos enseña que de la misma manera que poner en alto la serpiente fue la causa de que el pueblo en el desierto se viera libre del mal de las serpientes, así el Mesías tiene que ser exaltado para que todos crean en Él y puedan obtener la salvación: Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Hoy hay mucha resistencia para reconocer a Jesucristo y aceptar la salvación que nos ofrece. Para acercarse a nuestro Señor Jesucristo es necesario tener la voluntad suficiente de apartarse del mal: La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Hoy puede ser la ocasión en la que Nuestro Señor toca el corazón para decirle a todos: Todo eso que te hace sufrir, el vacío que sientes en el corazón, la frustración, la soledad, la mala conducta de la que crees que no puedes salir… Puedo ayudarte a vencer todo eso si confías en Mí. Hoy también es el día en que podemos aceptar la salvación que Cristo nos ofrece.

Que las bendiciones del Señor nos acompañen siempre.


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