Jesús nos ama
Hemos escuchado en el Evangelio de
hoy las palabras del Maestro: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros.”. Es
interesante.
Jesús, el Señor, es el modelo.
Porque Él nos ha amado primero, nos enseña cómo debe ser el cumplimiento de
este mandato.
Si el padre en la Misa te
preguntara: ¿sabes que Jesús te ama?, no dudo que la respuesta sería: Sí, lo
sé. Pero ¿verdaderamente lo sé? ¿cómo sé que Jesús me ama?
El primer paso para comprender y
vivir esta verdad grande como una casa, es el siguiente: amar es buscar el bien
de otro sin ningún tipo de interés. Sin este presupuesto, no se puede
comprender el resto del mensaje.
Entiendo que sea difícil percibir
esto, porque el “mundo” ha interpretado “amar” de otra manera: dádivas,
fiestas, desorden, shows, dinero. Todas estas cosas de orden material. Al no
dar valor a las cosas de orden espiritual, no se ve el amor en la dedicación
por las pequeñas cosas, por el cuidado, por la orientación, por la sabiduría.
Sin estas cosas, lo material carece de sentido.
He aquí la razón por la que hoy lo
niños valoran más una bicicleta, un juego de video o un juguete, que el cuidado
de mamá, la comida que le sirven a la mesa. Los jóvenes piensan que aman a su
mamá porque lo escriben en el Facebook, o porque le procuran un regalo el día
de las madres o el día de cumpleaños, pero no le ayudan en los quehaceres de
casa.
Hoy esto es un defecto que hace
difícil comprender y vivir el amor de Jesucristo: no te va a regalar un playstation, o una moto, o una casa; no
te va a hacer una fiesta con bastante comida y bebidas; tampoco te va a regalar
el teléfono móvil más caro. El amor no se demuestra solo en el ámbito material.
¿Cómo no apreciar un consejo? ¿Cómo
no apreciar el perdón? ¿Cómo no apreciar el que alguien desgaste su vida por
mí? ¿Cómo no apreciar una noche en vela? ¿Cómo no apreciar el esfuerzo porque
me prepare para la vida? ¿Cómo no apreciar el que alguien dé su vida por mi
bien?
Si esto no es amor… ¿cómo se le
puede llamar?
Y Jesús ha hecho todo eso por mí: me
enseña un camino para ser feliz, me da consejos para diversas circunstancias de
mi vida, me perdona, me consuela, me promete la felicidad eterna si me dejo
guiar por su Palabra, me concede favores pequeños y grandes, me libera de
rencores y resentimientos, me concede su gracia, ha dado su vida por mí… Me da
la clave para la felicidad. Jesús quiere que sea verdaderamente feliz. Y, ¿en
qué consiste esa felicidad?
La felicidad verdadera no es “tener”
sino “ser”, quien quiere ser feliz busca el mayor bien –el Señor– y desde Él da
el justo valor a las cosas, no al revés. La plena realización del ser humano
está en el despliegue de sus potencialidades, no en el desgastarse por tener.
Es cierto que tenemos que vivir bien: nadie puede dudarlo, pero si “por vivir
bien” desgastas tu vida por tener, entonces, no has vivido, te has desvivido.
El Señor Jesús nos invita a “ser”
felices. Hace poco leí una calcomanía que decía: “felicidad comienza con FE”. Y
no le falta razón: primero en Jesús y después en el hermano, encontramos la
verdadera felicidad.
Es imperioso buscar a Jesús y
comprender y vivir el amor que Él nos ha mostrado primero: ¡nuestro bien hasta
entregar la vida!
Entonces, ama a los demás, como
Jesús nos ha amado. ¡Que Jesús te bendiga!
Comentarios
Publicar un comentario