Jesucristo al centro de todo

Es fácil olvidar lo más importante por lo más llamativo o por lo más útil. A veces resulta sencillo distraerse.
Es un peligro real. San Juan Bautista lo sabía. Es por ello que a sus discípulos y a todos los que estaban a su alrededor les señala lo importante: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.
La primera comunidad cristiana, que es siempre un reflejo del ideal de la Iglesia, lo tenía muy claro. El centro de todo es Jesucristo. De hecho, no resulta extraño que en la segunda lectura de la Misa de hoy (1Co 1, 1-3), en tres versículos, San Pablo nombra a Jesús cuatro veces. Y la razón es sencilla: Jesucristo es lo más importante en la Iglesia y en la vida del creyente.
El mensaje de San Juan Bautista que escuchamos en el evangelio de hoy (Jn 1, 29 – 34) va en clave de testimonio, es decir, Juan habla de lo que ha experimentado él personalmente y así lo hace saber a los demás. Valga decir que también nosotros estamos llamados a presentar a los demás nuestra experiencia de Cristo Jesús, a presentar a los demás nuestro testimonio. Si no tenemos nada que hacer saber a los demás, entonces, nos falta la experiencia de Jesús en nosotros.
Ya es hora de dejar pasar los antiguos traumas de que “son los protestantes los que se la pasan hablando de Jesucristo”. No ha sido cierto nunca y no lo es ahora. El Santo Padre Francisco nos invita a dejar los miedos, las excusas y las viejas costumbres que eran el muro de contención del apostolado de la Iglesia. Hoy el Papa nos invita a ser Iglesia en salida, esto es, en clave de misión: de llevar a los demás nuestro propio testimonio de Cristo, que ayude a los demás a conocer y acercarse a Cristo Jesús.

No más razones. ¡A dar testimonio de Cristo Jesús!

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