LA ADVERSIDAD NO SEA UN OBSTÁCULO

En la primera lectura de la Misa (Is 35, 1-6) escuchamos las palabras de ánimo del profeta al Pueblo de Israel que venía del exilio. El yermo –tierra seca y deshabitada– conocerá agua fresca que hará de ella un terreno florido. El Pueblo de Israel sintió mucho desánimo al encontrar al territorio de Judá e Israel abandonado, solo, descuidado. Ya no era más la tierra que mana leche y miel.

La adversidad forma parte de nuestra vida. Por eso mal hacen algunas mamás y abuelas de ahorrar incomodidades a los niños, porque les privan de un elemento esencial de su experiencia como seres humanos. Su vida después estará desequilibrada.

La forma como enfrentamos la adversidad será diferente según seamos hombres de fe o no.

Si no somos hombres de fe, entonces, tendremos una visión fatalista de los hechos. Confiaremos solo en nuestras fuerzas y viviremos en una desilusión constante, porque cada vez que veamos un imprevisto, será un obstáculo que minará nuestro ánimo.
Si somos hombres de fe, sabemos que Dios está con nosotros y todo concurrirá para nuestro bien –incluso la adversidad– porque el amor de Dios procura siempre lo mejor para nosotros, siempre que nosotros hagamos de el Señor el centro de nuestra vida.

Jesucristo es todopoderoso: una señal de su presencia –de la presencia del Mesías– era el alivio de los males presentes: Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado.

Juan el Bautista estaba preso. Los discípulos suyos estaban pendientes de él, pero, en realidad, ellos debían seguir a Jesús. Juan Bautista los remite a Jesús y el Señor les responde con las señales mesiánicas (Mt 11, 2-11). Probablemente, les resultó duro para ellos aceptar a otro maestro que no fuese Juan. Pero ¡es Jesús el Mesías, el que debemos seguir!

En Jesús podemos obtener la fuerza para superar la adversidad, y eso es precisamente la paciencia: la fuerza para superar la adversidad. Santiago pide ser pacientes hasta el encuentro con Cristo porque los momentos difíciles forman parte de nuestra vida: Sean pacientes hasta la venida del Señor. Vean cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda pacientemente las lluvias tempraneras y las tardías. Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca (Sant 5, 7-8).

No nos distraigamos con palabras agoreras. Hagamos lo que tenemos que hacer y con nuestra fe en el Señor conoceremos tiempos mejores.

¡Dios les bendiga!

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