GLORIFIQUEN, PUES, A DIOS CON EL CUERPO
En la segunda lectura de la Misa de hoy, escuchamos un
extracto de la primera carta a los Corintios. Corinto, en la época de San
Pablo, era una ciudad puerto, y allí había cualquier cantidad de malos hábitos.
San Pablo era un hombre “echao pa’ lante” y no tenía
miedo de predicar a Cristo aún en los ambientes más rudos. Allí es donde se
debe mostrar más el amor de Cristo Jesús. El mensaje de conversión era uno de
los elementos del primer anuncio: “Ustedes no conocieron a Cristo para vivir
entregados al vicio” (Ef 4, 20)
No obstante hayan recibido el mensaje de salvación,
algunos cristianos de Corinto habían vuelto a sus antiguas prácticas y Pablo
les recuerda el mensaje del Evangelio: Todos ustedes son de Cristo Jesús, no
usen su cuerpo para fornicar. Para entendernos bien: fornicar es cualquier
relación sexual fuera del matrimonio. Las cosas no han cambiado mucho en dos
mil años: hoy el mundo está inmerso en una cultura del sexo, en una sexualidad
mal entendida.
Hoy se predica un liberalismo absurdo y se ha hecho del
culto al cuerpo la norma de vida. Hoy hay personas que gastan lo que no tienen
por transformar su cuerpo y convertirse en alguien atractivo para el sexo
opuesto. Llegan a extremos de tener un físico artificial o a perder la paz del
alma y hasta la razón por conseguirlo. Todo para comportarse como el macho o la
hembra de la especie, no como un varón o una dama.
El problema de interpretar todo el clave de sexo es que
elimina en el ser humano la capacidad de amar, la capacidad de donarse al otro.
Fornicar o el culto al sexo hace que el ser humano abandone el culto a Dios y
que se oriente el culto a sí mismo o a la moda o al sexo.
Con nuestro bautismo pasamos a formar parte del Cuerpo de
Cristo. Eso quiere decir que todo lo que hagamos con nuestro cuerpo afecta al
Cuerpo de Cristo Jesús. Ciertamente, hoy se hace más difícil vivir rectamente
la sexualidad toda vez que el mundo empuja a todos a vivir según la mentalidad
del mundo. De hecho, el mensaje de la Iglesia es ignorado o hasta objeto de
burla. No importa. Jesús y la Iglesia seguirán anunciándonos el mensaje: toda
tu vida es vida en Cristo Jesús. Vive con respeto a los mandamientos que te
llevarán a la salvación eterna.
¡Que Jesús nos bendiga hoy y siempre!
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