La casa en orden



Hay personas que son maniáticas del orden, otras que el orden les importa un comino. Hay también personas ordenadas. El orden y el desorden en las casas son de las cosas más criticadas por propios y extraños.
En el alma sucede algo similar. Es nuestra casa interior donde descansan los afectos, las ideas los sentimientos, las decisiones… Es, en definitiva, la fuente de nuestro actuar y vivir cotidiano. Y ella puede estar en orden o en desorden. El orden siempre nos permitirá vivir mejor, de eso no nos debe quedar la menor duda.
El mayor desorden que puede encontrar una persona en su alma es haber olvidado a Dios. Y resulta fácil o muy común el que no se valore a Dios tal cual es, sino que se le deje en un segundo o tercer lugar. No le dedican tiempo para hablar con Él, no tienen el empeño de conocer la Voluntad del Señor. Les da pereza ir a la Iglesia, pero van al estadio a ver el partido de béisbol. No quieren reconciliarse con Dios en la confesión, pero le cuentan su vida y pesares a cuanto compañero de farra encuentren.
Eso es un síntoma de tener un desorden en el alma.
En las lecturas de la Misa de hoy se nos invita a poner nuestra casa interior en orden: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. A lo largo de nuestra vida podemos ir cambiando nuestras prioridades no siempre en el orden correcto. Toma en consideración que la sociedad, en especial la sociedad mediática, no tiene a Jesús como prioridad. Al contrario, es fácil percibir como se quiere alejar a Jesús de todo los ámbitos. Quieren cambiar hasta el sentido de la Navidad. Eso es lo que Jesús llama “el mundo” que no lo quiere y que hará todo lo posible para porque Jesús no reine.
Hoy el llamado es a ti, a tu alma: pon orden. Si has descuidado el trato con el Señor Jesús, entonces es hora de rectificar. Si has descuidado otros deberes, entonces, es hora de rectificar. Pero no olvides jamás que el Señor Jesús va siempre en el primer lugar. Sin excusas.
En este tiempo de adviento (preparación para celebrar el nacimiento del Dios y Salvador Jesucristo) es el tiempo más propicio para examinarnos y rectificar. Pide ayuda al Espíritu Santo quien no dudará en concedértela.
¡Que el Señor Jesús te bendiga!

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