"Si no escuchan a Moisés y a los profetas..." (Lc 16, 31)
El
Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy tiene una gran cantidad de mensajes de
parte de Nuestro Señor. Podríamos hacer muchas reflexiones diversas. Hoy te
propongo una:
-El Maestro quiere poner en el tapete la actitud soberbia y orgullosa del rico. El Señor no dice si su riqueza es bien habida o no. Solo dice que su corazón había llegado a un extremo en poner su confianza y su vida entera en los bienes materiales, a tal punto que se olvidaba de las personas necesitadas que estaban a su alrededor. Es llamativo que el rico (que la tradición le llama Epulón) reconoce a Lázaro, lo que quiere decir que, efectivamente, en vida le conocía porque estaba frente a su casa.
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Cuando una persona deja que el corazón se le envenene con la soberbia, el orgullo, la codicia, etc., esa persona se vuelve insensible a las indicaciones que hace el Señor a lo largo de la vida. No le interesa. Se siente seguro por lo que tiene ahora. Llega al olvido de Dios: no le interesa.
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Hay un gesto del rico en el infierno: pide a Abrahán que mande a Lázaro a la tierra para que le haga saber el destino que les espera a sus hermanos: para que les llame a la conversión. Abrahán, justamente, les hace saber que ya tienen personas escogidas por Dios para llamarles a la conversión y llevarles el mensaje de salvación. El rico riposta diciendo, con razón, que no les escucharán. Como he descrito antes, sus corazones son insensibles a la voz del Señor.
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La respuesta de Abrahán es elocuente: si no escuchan a las personas que Dios ha puesto, no creerán ni siquiera si ocurre un evento extraordinario como la resurrección de un muerto. El problema no está en quien anuncia, sino que está en ellos que no quieren escuchar.
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La llamada a la conversión es constante. Todos los días Jesús nos pide que dejemos atrás aquellas cosas que suponen un obstáculo para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, especialmente al más necesitado, como a ti mismo. No esperemos hechos extraordinarios, sino la llamada cotidiana a hacer lo que es correcto. Por eso debemos preguntarnos hoy y siempre: ¿Qué disposición tengo para escuchar el mensaje de conversión y de salvación de Jesús que me procuran sus servidores?
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