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Mostrando entradas de febrero, 2019

La libertad del corazón

Una de las cosas que el mundo de hoy no logra entender es el hecho de que agobiarse por tantas cosas hace que el corazón viva atado. Una persona así no resulta que sea libre para amar. Ni a Dios ni a los hombres. En muchísimas ocasiones habremos escuchado (quizás, hayan vivido) que personas llegan a tener el corazón lleno de ira, de rencor, de tristeza que pierden la cordura. Maltratan a sus familias, pierden fuerzas y salud en sus afanes. Al final, con el paso del tiempo, esas personas se dan cuenta que perdieron muchas experiencias porque estaban enceguecidos. Las lecturas de la Santa Misa de este domingo nos invitan a considerar este aspecto de nuestra vida cristiana. Los discípulos de Cristo Jesús hemos de ser conscientes del esfuerzo que tenemos que hacer para tener un corazón libre. Un corazón lleno de resentimientos y de preocupaciones no es libre para amar a Dios y a los demás. En la primera lectura (1 Sam 26, 2-23) David, que se encontraba huyendo del Rey Saúl, orde

La verdadera felicidad

La felicidad es uno de los grandes temas personales, casi un común denominador de la historia de todos los hombres. Todos, absolutamente todos, buscan ser felices. No hay excepciones. Ahora bien, la diferencia entre las personas se encuentra en lo que cada uno cree que es la felicidad. Para muchos la felicidad se encuentra en el dinero, para otros en el fiesta y en el desorden, para otros en la vida fácil, otros piensan que en la política, otros en el sexo, otros en el alcohol. En la Sagrada Escritura el mensaje es claro: sólo en Dios se logra la verdadera y plena felicidad. Decía un filósofo que la felicidad es la alegría del alma por la posesión del bien. Es cierto que cada ser humano es feliz en la medida en que va obteniendo una serie de bienes que van satisfaciendo paulatinamente sus necesidades. El punto es, y si quieres piénsalo bien, que cuando obtenemos el bien que necesitamos o deseamos, una vez obtenido, es cierto, nos sentimos felices, pero después esa felicidad

La gracia de Dios conmigo

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Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos presentan diversas escenas de llamadas por parte de Dios. En la primera, escuchamos la vocación de Isaías (Is 6,1-2.3-8) quien se lamentaba de que era un hombre de labios impuros y que vivía en medio de personas con labios impuros, es decir, de un pueblo que ha apartado su corazón del Señor. En la segunda lectura (1Co 15,1-11) San Pablo les recuerda que aceptar a Jesús, confiar en su palabra de salvación y dejarse guiar por Él es el presupuesto para una vida nueva. No importa en absoluto lo que hayan hecho en el pasado: “ Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí ” (1Co 15, 9-10) Finalmente, en el evangelio de nuestra Misa (Lc 5, 1-11) el Señor sube a la barca de Pedro para predicar y luego le invita a salir a pescar, a pesar de que trabajaron toda la noche sin ag

¡Habla, profeta!

Desde el momento en que fuimos bautizados, fuimos hechos uno con Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey”. Somos discípulos de Cristo, somos también profetas. En la primera lectura de la Misa de hoy escuchamos el mensaje de Dios a Jeremías en donde le hace saber que lo ha elegido como profeta.   La misión del profeta no es predecir el futuro, sino llevar un mensaje de parte de Dios. Dios conmina al profeta a llenarse de ánimo y a llevar en mensaje. Ciertamente, Dios no le oculta que no le será fácil, pero no ha de tener miedo por eso: “ Te harán la guerra, pero no podrán contigo, porque yo estoy a tu lado para salvarte ” (Jer 1, 19) En el Evangelio escuchamos cómo el Señor dice a sus paisanos que Él sabe que, aunque reconozcan que es un profeta, no le van a escuchar. Dicho de otro modo, les hizo saber que tenían el corazón endurecido y no podían recibir el mensaje de parte de Dios. Eso hizo llenar de ira a los que le escuchaban. Los paisanos de Jesús reclamaban de Él que hiciera lo