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Mostrando entradas de julio, 2024

Dios se encarga del resto

La Palabra de Dios tiene como uno de sus centros principales el recordarnos que el Señor nos ama. Ese convencimiento debe acompañarnos siempre: Dios Todopoderoso nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo en expiación por nuestras faltas (1Jn 4, 10). Y el segundo polo del mensaje del Señor es: aceptado el mensaje de salvación, confía en Nuestro Padre aun cuando parezca que todo lo tienes cuesta arriba.  Hoy, sea la primera lectura (2Re 4, 42-44) que el Evangelio de nuestra Santa Misa (Jn 6, 1-15), nos invitan a considerar este aspecto de nuestra vida: si Dios nos pide que hagamos algo, hagamos lo que podemos. El Señor se encargará del resto. Los cálculos humanos son inevitables. Los apóstoles que hicieron una cuenta rápida, y no por maldad, sino para hacerle saber al Señor que les estaba pidiendo algo prácticamente imposible. Y Nuestro Señor aprovecha para darles una lección: el Maestro les pide que hagan lo que puedan, que Él se encargará del resto.  La situación era compleja porque ni s

El peligro de quedar vacíos por dentro...

 La Palabra de Dios siempre tiene una riqueza particular. Las lecturas de este domingo no son una excepción. De hecho, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre un elemento importante de nuestra existencia: Nuestra vida espiritual, nuestra vida de oración. Todos los seguidores de Cristo Jesús, y especialmente aquellos que han recibido una llamada para servir a los hermanos, estamos tentados a valorar más las actividades que están a la vista de otros. Y no es difícil descubrir las posibles razones, entre ellas que al poderse atribuir a nuestra actividad un determinado evento, podemos recibir el aplauso y las felicitaciones de los demás. Y entonces pueden ocurrir dos serios peligros. El primero nos lo advierte la primera lectura de la Santa Misa (Jer 23, 1-6): No dar la importancia justa a las cosas espirituales. El profeta Jeremías hace un llamado a los pastores de Israel porque han cambiado el orden de las preferencias: En lugar de cuidar al pueblo de Dios han introducido otros c

Anunciar a Cristo con confianza

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy son una invitación para que consideremos una parte importante de nuestra vocación de seguimiento a Cristo. No es otra cosa que poner en práctica el mandato de Cristo Jesús de anunciar a todos el mensaje de salvación. Sea la primera lectura (Amós 7, 12-15) que el Evangelio de nuestra Misa (Mc 6, 7 - 13), escuchamos la voluntad de Yahvé de mandar a Amós a predicar, por una parte, y la voluntad de Cristo Jesús de enviar a sus discípulos a llevar el mensaje a los pueblos de Israel, por otra. En ambos casos debemos prestar atención a un detalle: no existe ningún requisito especial para anunciar a Cristo Jesús. Amós era una persona que trabajaba en el campo, de hablar rudo y directo. Levantó tantas ronchas que Amasías, el sacerdote que cuidaba el templo cismático de Bethel, le increpó para que se fuese lejos.  En el Evangelio escuchamos una lección añadida de Nuestro Señor: manda a sus discípulos a predicar, pero les pide que no lleven nada extraord

Buscarán razones para no escuchar

 Los seres humanos somos complejos y por eso, en muchos casos, resulta imprevisible cual es la decisión que puedan tomar. Hay un estudio estadístico, por ejemplo, que dice que alrededor del 50% de los pacientes no cumple correctamente el tratamiento, decidiendo ellos cuál es la mejor manera de hacerlo. La sabiduría popular ha recogido en un refrán una actitud común de muchos: no hay peor sordo que quien no quiere escuchar. Y es cierto. Existen múltiples motivos por los que un sujeto no quiere escuchar lo que le dicen. Y las lecturas de hoy son un ejemplo de ello. En la primera lectura (Ez 2, 2-5), el Señor escoge al profeta Ezequiel para enviarlo a su pueblo y le advierte que son un pueblo muy terco. Ya en épocas pasadas no quisieron escucharle y que probablemente ahora tampoco quieran oír el mensaje que Dios tiene para ellos. Pero en todo caso, el profeta tiene que anunciarles a ellos el mensaje de parte de Dios. En el pasaje del Evangelio (Mc 6, 1-6), el Maestro se encuentra en su pu