Jesucristo y sus sentimientos
En la segunda lectura de la Santa Misa de este domingo (Fil 2, 1-11) escuchamos una enseñanza que fundamenta nuestra condición de cristianos. En primer término, Jesús es Dios. San Pablo afirma sin medias tintas la divinidad de Cristo. No obstante, siendo Dios, por amor a nosotros se hizo hombre, “ se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre ”. Por eso su sacrificio en la cruz y su victoria definitiva con la resurrección tienen un valor infinito. Nunca debemos cansarnos de profesar públicamente que Jesús es Dios, que Jesús nos ama, que Jesús es nuestro Salvador, que Jesús es nuestro Señor. La vida nos será corta para hacerlo suficientemente. San Pablo, además, nos pide