El diablo y las tentaciones del Señor
Las lecturas de la Santa Misa de hoy deben llevarnos a una reflexión sobre dos aspectos: la habilidad del demonio y las tentaciones del Señor en el desierto. En el fondo, la tentación es una acción del demonio de presentarnos lo malo como bueno, y lo falso como verdadero. Y el demonio es un especialista en eso. Se aprovecha de una debilidad que tenemos todos: una cierta inclinación hacia el mal ayudado con la posibilidad de error. En la primera lectura, el demonio comienza con una afirmación engañosa: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?» (Gn 3, 1). Ése fue el comienzo de todo un discurso erróneo que llevó a Eva a transgredir la única prohibición que le hizo nuestro Señor. Cuando Jesús, después de estar cuarenta días en el desierto, sintió hambre, el demonio lo tienta. Tal vez podamos pensar: ¿qué tiene de malo que si Dios tiene hambre, convierta unas piedras en pan para comer? Visto de esa manera, nada. Pero si nos preguntamos: ¿Está bien que